capítulo 18

Éticas, consumo y moralidad

Una comprensión antropológica del veganismo a través del análisis de repertorios

Diego Santalla

Como muchos de los lectores habrán comprobado en su vida cotidiana o al atender periódicamente los medios masivos de comunicación, el tratamiento del tema “veganos” o “veganismo” es cada vez más frecuente. Sin embargo, al aparecer libremente asociado con la alimentación sana1, con el cuidado de los animales2 y hasta con prácticas espirituales,3 es difícil comprender de qué se habla cuando se habla de veganismo. Para dar solo un ejemplo etnográfico, cuando le pregunté, durante un retiro espiritual, a un ayudante (vegetariano) si una torta era apta para veganos, me respondió: “los veganos comen todo crudo, todo sano, ¿no?” Esta respuesta/pregunta, a la que solo respondí, “no necesariamente”, refleja cómo los sentidos en torno a la temática se amalgaman y no dan cuenta de una realidad mucho más problemática: ¿el veganismo tiene que ver con la “salud humana” y la “dieta” o con una “ética” de “respeto a los animales” (o con ambas)? ¿Existe un veganismo coherente y homogéneo? ¿La identidad “vegana” es fácilmente delimitable o más bien es un foco principal de disenso entre los mismos adherentes? ¿Qué está en juego en las diversas exhortaciones de índole moral que realizan los veganxs?

Con estos interrogantes en mente, en este artículo desglosaré la amalgama de sentidos que oscurece la comprensión del veganismo e indagaré en ciertas problemáticas que emergen de los cuestionamientos ontológicos y dietéticos esbozados por los activistas. En particular, analizaré los discursos que se utilizan para justificar, sostener y promover cambios de dieta/vida, a partir de lo cual enmarcaré la multiplicidad de voces, y daré cuenta de los disensos valorativos principales al interior del llamado “veganismo”.4

La línea analítica de este artículo está en consonancia con, y pretende aportar a, las teorías antropológicas que ponen el foco en la dimensión moral de la vida social (Howell, 1997; Zigon, 2007 y 2008; Noel, 2014). Si en las tensiones alimentarias en general se imbrican aspectos biológicos, nutricionales, económicos, identitarios y de saber/poder (ver por ejemplo: Fischler, 1995; Aguirre, 2010; Bloch, 1999), en no menor medida estas tensiones están atravesadas por una faceta moral. En este sentido, argumentaré que valores como “ética” o “salud” son parte de recursos retóricos –que categorizaré como repertorios (Noel, 2013A:16-19) morales o discursos morales/moralizantes–, que se movilizan no solo como recursos de sensibilización de personas no veganas a una nueva alimentación y ontología, sino también como recursos de autoidentificación y de demarcación de fronteras con otros adherentes al veganismo. Al mismo tiempo, argumentaré que la dimensión moral del consumo es puesta de relieve y vehiculizada por los militantes tanto para trazar jerarquías de humanxs (quién es mejor o peor persona) y de veganxs (quién es más o mejor veganx), como para des-jerarquizar las relaciones predadoras que el humano en “Occidente” mantiene con los animales comestibles y el planeta (o la “naturaleza”; ver Ingold, 2000:66). Finalmente, aportando a la reflexión teórica y metodológica de la antropología de las moralidades, sostendré, siguiendo a Melhuus (1997:181), que los discursos morales/moralizantes no son simplemente prácticas de sanción y de conservación de modos de relación social y de sociabilidades específicas, sino más bien un punto de entrada productivo para indagar y comprender cómo la sociedad se recrea y transforma.

Realicé la construcción de datos a partir de entrevistas en profundidad y conversaciones informales con estudiantes y conocidxs/amigxs veganxs, participación observante en el instituto que dirijo5 y en ferias “veganas” (como VegFest6 o Veganpa’luja7) entre el 2015 y 2018 (también asistí a la edición de Julio de 2022 del Veganpa’luja). Por último, con la participación en grupos de Facebook relacionados con la temática y en no menor medida, a partir de la reflexividad antropológica sobre mi experiencia como vegano y promotor de una “vida saludable”. Asimismo, enriquecí la reflexión gracias a mi trabajo de campo etnográfico alrededor de organizaciones militantes por el bienestar animal en la ciudad de Marsella, Francia, entre octubre de 2019 y octubre de 2020 (Santalla, 2020).

Más de una ética por aquí. Veganismo “ético”

A partir del trabajo de campo observé que los principales difusores del veganismo lo proponen como una alternativa cultural e ideológica que apunta a evitar la explotación delos “animales no-humanos” y la crueldad hacia ellos.8 Para ello indica la abstención del consumo de carnes, productos derivados o testeados en animales y servicios que incluyen su utilización,9 a la vez que promociona la producción y el uso de alternativas no animales. En sus principios10 este movimiento le brinda dignidad ontológica a todos los “seres sintientes”11 mostrándolos como sujetos con derecho a vivir sin sufrir, y a no ser explotados a fines mercantiles o gustativos. Es así que pretenden hacerlos pasibles de la misma protección mediante el derecho con la que contarían los humanos. Para una parte del veganismo, los animales son esclavos tal como lo eran los negros en las zafras azucareras estadounidenses que operaban en el siglo XIX, por lo que se promueve la “abolición” de la industria que utiliza a los animales como recursos;12 industria que no solo implicaría la muerte anual de entre 60 y 150 mil millones de animales sino que aportaría al calentamiento global por las emisiones de metano, por la tala indiscriminada de bosques/árboles nativos, por el abuso de fuentes hídricas y por la ineficiencia energética que supone criar animales.13 En uno de los videos más vistos y comentados de la web en relación a la temática, el activista Gary Yourofsky añade que la primer y principal ideología a la que se enfrenta el veganismo es el especismo14. Esta ideología estaría implícita en nuestra sociedad y se transmitiría culturalmente, entrañando que “la especie humana tiene derecho a esclavizar y asesinar a otras especies […]; todo porque creemos que nuestra especie […] es superior a las demás”15. Yourofsky, que llama a esto discriminación, lo iguala a cualquier otro tipo y lo marca como la base de todas las injusticias humanas, inclusive el Holocausto judío.

Asimismo, los militantes exponen que la adhesión al veganismo no puede basarse en un interés individualista (por ejemplo la salud propia o familiar) sino la de abrazar una causa colectiva, “justa” y “altruista”. Este interés se conecta con la idea de “sacrificio” en relación al gusto personal/individual por ciertos alimentos, y de la liberación de la “prisión” (de las costumbres y gustos propios) que permitiría la adhesión al veganismo. Juliana, una vegana activista de 33 años (también adherente a una ética ambiental), dibujante, de estrato medio, que conocí en un evento de alimentación saludable, me refirió al respecto: “Yo voy a la góndola de los embutidos en el súper y me vuelvo loca [de ganas de comer]… pero creo que no hay que ser preso de nada, el gusto no es superior a mi causa” (RC, 18/3/2016).

Así, puedo afirmar que existe una forma de veganismo a la cual adhieren aquellos que tienen una justificación primordialmente “ética”.16 A partir de esta los militantes establecen claras fronteras entre el bien y el mal alimentarse (y consumir en general), vehiculizadas en lo que llamaré, tal como Noel en su análisis de discursos de un Movimiento Slow (2013B), un repertorio moral de alto valor simbólico. En el caso que trato aquí, el repertorio se constituye tanto por tropos “humanistas” –como abolir la esclavitud, y en el que está implícito el ascenso de los animales a sujetos y a poseedores de derechos hasta ahora reservados casi exclusivamente a los humanos–; como por tropos “antiespecistas” –donde el humano es destronado del pedestal de las especies y responsabilizado por subyugar al resto de los seres sintientes–. Además, el repertorio denota una postura altruista y sacrificada en relación al gusto propio y la propia individualidad: de esta manera, para varios nativos el veganismo se trata de “justicia social” y no de una mera elección dietética o de consumo que ayudaría a mejorar la salud o la figura.

De un modo más general, quiero señalar que tal como en los casos analizados por Noel (2011, 2013B), el repertorio moral aparece como un recurso retórico movilizado para legitimar un mensaje público: los militantes, en definitiva, quieren des-jerarquizar a través de ellos las relaciones que los humanos tejen con los animales comestibles, y a la vez justificar sus prácticas dietéticas que se alejan notoriamente de la normalidad culinaria (y ontológica) argentina (Archetti, 1999). Además, en línea con lo concluido por Nigel Rapport en su análisis de una comunidad rural del norte de Inglaterra (2007), puedo afirmar que el repertorio moral es un recurso que opera trazando fronteras y afianzando una identidad colectiva en relación a distintos Otros (ver también Noel, 2011). Sin embargo, si en los discursos morales analizados por Rapport la dimensión territorial es primordial (2007:75) –los Otros como “outsiders” que invadirían la “localidad”–,17 en el caso que aquí trato los militantes trazan fronteras simbólicas que no se asientan de ningún modo sobre límites territoriales. Estas fronteras las marcan tanto con personas con prácticas opuestas o muy diferentes (omnívoros, que pueden ser muchas veces familiares que comparten el hogar), tanto con personas que sienten y declaran una afinidad con el veganismo. Veamos esto último más concretamente.

Entre la ética y la “dieta saludable”

Gracias a la mirada etnográfica observé conflictos ideológicos/valorativos que no son percibidos a simple vista por personas ajenas al movimiento. Tal como previne al comienzo del artículo, desde afuera las distintas motivaciones de los militantes y personas que adhieren aparecen amalgamadas. No obstante, desde “adentro” es fácil darse cuenta que la motivación “ética” no necesariamente se acompaña de un interés por la “salud” o el “medioambiente”, y que, más aún, sobre este tema se asienta la ruptura valorativa principal que divide las aguas al interior del veganismo.

Constanza, vegana militante, en una conversación informal previa al comienzo de un curso de pastelería vegana y saludable dictado en Vida Sabia, remarcó dicha diferencia:

se puede complementar el veganismo con la vida sana, y es una idea genial, pero no son sinónimos. Las papas fritas son veganas, pero lo frito hace mal; si optas por no comerlas no me parece correcto meter al veganismo en el medio (RC, 20/9/15).

En su visión, el veganismo va más allá de los alimentos que uno come y de si estos hacen bien a la salud o no, o de si eso está acompañado de otras actividades que promueven “la vida sana”.

En la misma línea, Leonardo, en una discusión en Facebook (y aunque confesó, previamente, ser “ecologista” y “comer sano”), marcó la diferencia entre “dieta” y “ética”, indicando que el veganismo “es completamente ético, no se trata de dejar de consumir algo, se trata de cambiar la visión que tenemos con respecto a los animales” (RC, 17/5/2016).

Estas visiones cristalizan los preceptos antiespecistas, éticos y de altruismo de este repertorio que mencioné con anterioridad. Los afiches siguientes, creados y viralizados por asociaciones de veganxs, ponen en foco dicha problemática:

En la imagen 2.1, este grupo ataca a aquellas personas que creen en el veganismo como una dieta alimentaria que promueve la salud y marca una línea identitaria que dibuja a sus Otros como egoístas y antropocentristas. “Me pondré guapo y sanote”, referiría a una postura que pierde el hilo central de la motivación “ética” confundiéndola con una “dieta” para mantener el aspecto físico o bajar de peso, por lo que se trataría, al fin y al cabo, de una adhesión individualista y no afectiva para con los animales.


Afiches 2.1 y 2.2

En el caso del afiche 2.2 este grupo objeta el uso del mote “crudi-veganismo” con el que se identifica cierta corriente de veganismo que, además de los preceptos alimentarios y éticos anteriores, elige comer alimentos sin cocción o crudos.18 De esta manera, no solo marcan que el veganismo iría más allá de la elección alimentaria sino que se comparan con movimientos sociales que abogan por la justicia social de grupos humanos.

Nuevamente, a partir del afiche 2.2 y del resto de las opiniones puedo afirmar que este tipo de veganismo, al evidenciar en sus bases un repertorio moral particular (que incluye la “ética” o “ética animal” para los actores), no apunta a un mero cambio alimentario individual sino que se perfila como un movimiento ético/ontológico que intenta, al considerar a los animales como sujetos de derechos al mismo nivel de los humanos, hacerle frente a la utilización abusiva y extremo sufrida de la que son objetos. Asimismo, sumando el análisis de la foto 2.1, ratifico lo inferido anteriormente: en términos de grupos dichos militantes no solo crean una frontera identitaria de base moral con los omnívoros; también se diferencian de aquellos que piensan en el veganismo como una “dieta” que mejoraría la salud humana, ya que estos no saldrían del egoísmo (si es por su salud) o del antropocentrismo (si el centro de la preocupación alimentaria es la salud/bienestar de los humanos).

Finalmente, con los datos hasta aquí expuestos puedo reflexionar en términos teóricos y metodológicos sobre el abordaje de la sociabilidad a través de la “moralidad”: quiero sostener, siguiendo a Melhuus, que no debemos cegarnos por la función negativa o de sanción (1997:181) de un discurso moral/moralizante, sino más bien percibir su carácter creativo y dinámico que informa nuevas relaciones entre pares. En este caso, si es evidente que los repertorios apuntalan diferencias a partir de la negatividad, también apuntan a recrear relaciones entre humanos, y entre humanos y animales.

A continuación analizaré los casos de las personas que por el contrario adhieren al veganismo vehiculizando y motivándose a partir de un tropo moral en el que la salud es el estandarte primario, para finalmente indagar en los discursos de aquellos activistas que promueven una síntesis que trascendería la dicotomía referida entre “ética” y “dieta saludable”.

Veganismo como “dieta saludable”

No todos los que llevan (o intentan llevar) una dieta vegana lo hacen por “afecto” o “respeto” a los animales comestibles. Un caso paradigmático lo observé gracias a Isabel, de 25 años, asistente a Vida Sabia en los años 2015 y 2016. Ella, ante la pregunta sobre cómo y por qué había comenzado los cambios alimentarios, observó que había sido por un problema de salud y que a partir de investigaciones en Internet y libros sobre la alimentación vegetariana/vegana, se había dado cuenta de que podía comer cosas “sanas” que creía “engordantes”, como frutos secos y legumbres, y dejar aquellas que en su pesquisa resultaban nocivas como los lácteos y las carnes. Es interesante notar que tanto su hermana como su madre también realizaban dietas (“pero criollas”19) por causa de un hipotiroidismo genético y para controlar el peso pero que nunca les habían resultado, y que ella, sin proponérselo, con la dieta vegana lo había conseguido:

empecé a comer así… [y] no sabía que iba a bajar de peso, o sea...todo el mundo me decía "ay, vos encontraste esta dieta para bajar de peso"; y la verdad que no, no sabía que iba a bajar de peso, o sea, empecé a comer lo que a mí me gustaba (Entrevista a Isabel, maro de 2016).

Cuando le pregunté si se consideraba vegana por llevar una dieta tal, me remarcó:

[la dieta] es bastante vegana pero viste que el vegano tiene toda una ideología por detrás, que no la sigo para nada, entonces...Tampoco me gusta decir que soy vegana, si un vegano realmente me escuchara le daría un poco de bronca (Entrevista a Isabel, marzo de 2016).

“Bronca”, ya que luego explicaría que no tenía en cuenta al veganismo en la elección de vestimenta, cosmética o hasta en el consumo de miel. En definitiva, se alejaba de los “veganos éticos”, y se sumaba a aquellos que recurrían a una alimentación basada en vegetales20 con el fin de mejorar su salud. Sin embargo, cuando hablamos de la “culpa” que ella sentía cuando volvía a comer alimentos que había descartado de su dieta, quedó claro que su elección no carecía de una postura ideológica/moral, y que su valor guía y primordial no era la “figura” (como referiría de su hermana), ni los animales, sino la salud.

Diego: ¿Y esta culpa la sentís porque es algo insano? ¿Por los animales? ¿Las dos cosas?
Isabel: Porque siento que estoy yendo contra mis ideales.
Diego: ¿Qué serían…?
Isabel: De comer sano...

“Comer sano” sería más que seguir una dieta cualquiera para “bajar de peso”. Como le decía a la hermana, implicaría una actitud proactiva a nivel individual: “No es solo que me hice vegana para bajar de peso; tenés que estar como constante, te tenés que informar, tenés que comer, tenés que cocinarte, tenés que estar preparada para todo esto” (entrevista personal).

En sus palabras afloró el significado de “hacerse vegana” estrictamente asociado a un tipo de alimentación, que requiere que uno, como individuo, se responsabilice por informarse, cocinarse, comer, etc. Para Isabel, y otros que siguen esta alimentación, el veganismo sí es una dieta, y si existe una ética alrededor, el valor movilizado es el de la “salud” así como el de la “responsabilidad individual” que supone alcanzarla.

De este modo, si nuevamente puedo categorizar el discurso como un repertorio moral, en este caso, los Otros implícitos no son aquellos que no serían compasivos con otros animales (ni tampoco los “veganos éticos”) sino aquellos que se “dejarían llevar” por los hábitos de consumo actuales en los que prima la “comodidad” y el apuro, y por ende el consumo de ultraprocesados21 o de alimentos llamados “tradicionales” pero de baja calidad nutricional.22

Veganismo “holístico”

Mientras ciertas personas adhieren a un veganismo preocupado primordialmente por el respeto a los animales considerados comestibles (atribuyéndoles dignidad ontológica y abogando por sus “derechos sociales”) y otras lo hacen a partir de la reflexión de los efectos de los alimentos en la salud, observé que hay otras que combinan en sus repertorios los valores ya expuestos, con una ética “medioambiental”23 y complejizan la ética animal extendiéndola a todos los animales (y otras entidades inanimadas) más allá de la sintiencia.24 Denominaré a este repertorio como “holístico”. Estos activistas no solo proponen una relación respetuosa con el llamado reino animal, sino que algunas piensan al mundo como “un todo interconectado en el que deben mantenerse las relaciones armoniosas entre todas las partes, sean estas reinos animal, vegetal, mineral, etc.” (RC, abril de 2017). Este fragmento tiene una clara resonancia no solo con corrientes espirituales holísticas como el taoísmo o el budismo, sino con el naturismo médico, basado en las enseñanzas atribuidas a Hipócrates (ver Alfonso, 1976). A este respecto, ante la pregunta posteada en un grupo de Facebook, “¿...el vegano no también promueve cuidar el medio ambiente?....veo a muchos usar descartables a lo loco!”, se enunciaron respuestas manifestando una concepción de la alimentación que iba más allá de la “ética animal” antes expuesta o de la “salud humana”:

Hombre: Pero el punto radica en que si no cuidamos del medio ambiente, no va haber animales (humanos y no humanos) q puedan vivir en él.
Mujer 2: Que se yo, para mi otra pata importante de ser vegana, además de por los animales, es por
el medio ambiente (RC, 7/4/2015; las itálicas son mías).

Otro caso es el de Juan Martín, licenciado y profesor en Filosofía, que desplegó un tropo moral con ejes múltiples al referirse a su postura:

Simplemente evito matar, explotar y hacer sufrir a los animales innecesariamente. No me como a mi pareja, ni a mi hermano, ni a mi gato, ni a mi perro, no encuentro motivos para comerme a otros animales cuando no lo necesito. Además el trato que le damos a los demás animales proviene de una diferenciación o discriminación ilegítima, estructuralmente muy similar al racismo o al sexismo. Además, lo hago por salud, ya que no es un alimento que nuestro organismo necesite; para preservar el medio ambiente, cuidando y administrando la tierra, la cual se utiliza en su mayor parte para producir soja (monocultivo) que consume el ganado, y el agua, que se consume en exceso y es contaminada durante el proceso productivo de la carne; para estimular una producción sustentable de alimentos y una distribución más equitativa de los mismos; etc. […].
¿Qué necesidad hay de evitar [carne, leche y huevos]? Ética, salud y bienestar, ecología y distribución equitativa y juiciosa de los alimentos” (RC: Facebook, 10/4/2016; las itálicas son mías).

Llamaré “holístico” a este repertorio ya que se propone una dieta ética, en la que confluyen la preocupación por la salud propia y las éticas animal (extendida), medioambiental y humana. En relación a la ética humana, los militantes afirman que una dieta vegetariana estricta mejoraría la distribución alimentaria, en un contexto en el que a pesar de la sobreabundante oferta de alimentos, siguen existiendo grandes desigualdades en el acceso y distribución, y por ende, multitud de hambrientos y desnutridos crónicos (Aguirre, 2010). Además, la perspectiva holística no solo pone en jaque la relación asimétrica entre animales comestibles y humanos, sino también entre estos y la “naturaleza”. Hay que aclarar que los veganxs éticos también vehiculizan el repertorio de la preservación del medioambiente pero no (necesariamente) se preocupan por el consumo de ultraprocesados (o alcohol o tabaco) si estos no tienen ingredientes de origen animal, y muchas veces no se preocupan por el uso de OGM o las consecuencias del uso de pesticidas. A continuación, a partir de una selección de voces veganas, indagaré en ciertos disensos valorativos al interior del movimiento (que ponen de relieve las vertientes ya expuestas), prestando especial atención al papel que juega la dimensión moral del consumo en los repertorios vehiculizados por las partes.

Consumo y Moralidad. Disensos valorativos al interior del veganismo

Los disensos valorativos entre los activistas tienen como eje central qué debe o no consumir un veganx (y un humanx). En los repertorios, la dimensión moral del consumo es exaltada, y mediante los mismos se crean y reconocen afinidades identitarias (Nosotros) y se trazan fronteras con aquellos que consumen lo que “está mal” (Otros). Pero también, cuando se logra reconocer una afinidad (humana o vegana), los discursos apuntan a la jerarquización y a la creación de mejores y peores veganxs (y humanxs).

No es un dato menor que el consumo sea un eje primario de los disensos. Esto está en consonancia con muchos activismos alimentarios contemporáneos (ver por ejemplo los casos de Slow Food y las redes AMAP del sur de Francia analizados por la antropóloga Valeria Siniscalchi, 2015) donde los consumidores son imaginados con la capacidad de cambiar o influir en las prácticas de producción a partir de sus elecciones cotidianas. Como explica el antropólogo James Carrier, esto se basa en la creencia de que las compras señalan las preferencias de los consumidores y que éstas pueden remontar, como parte de un “sistema de señalización”, “desde el pequeño comercio hasta el mayorista, y luego hasta el productor” (2012:6; traducción personal). Asimismo, este tipo de exhortación podría enmarcarse en lo que Sapiro llama “política por otros medios”, “[que] refleja un distanciamiento de modos de participación tradicionales, […] y se basa en la creencia de que la acción cotidiana puede ser una forma más eficaz […] de influir en las políticas públicas a través del mercado” (Shah et al., y Sapiro en Shah et al., 2007: 219; traducción personal). Con esto en consideración, podría contextualizar este activismo pensando en la emergencia del “consumo ético”, donde ciertos individuos usarían de modo consciente y reflexivo el mercado tanto como un “vehículo de expresión de la moralidad” (Carrier, 2012: 19), tanto como un locus primario de militancia. Sin embargo, debo mencionar que si dicho enfoque activista podría estar en consonancia con el discurso neoliberal de responsabilizar a los individuos de problemas colectivos (Carrier, 2012: 19), muchos activistas (sobre todo los éticos) intentan en realidad implicar a los consumidores en luchas colectivas de emancipación, sea de los animales comestibles, de los humanos y hasta de la Tierra (ver este argumento más completo en Santalla, 2020: 140-150). Al contrario de lo que dice Carrier, las exhortaciones que resaltan la dimensión moral del consumo sí pueden estimular la organización y la acción colectiva.

Volvamos entonces a los disensos valorativos sobre qué consumir o no: estos tienen como ejes al gluten –por el impacto que tendría en la salud humana–, a la soja transgénica y sus derivados –por la salud humana y medioambiental–, y a los productos ultraprocesados –ídem. Por ejemplo, Facundo, un militante de larga data (más de 20 años) de base holística y administrador de uno de los grupos de Facebook más concurridos, me explicó que dicho grupo era “especial, hacía falta un grupo así entre tanta m… (sic). Un grupo anti sensocentristas, anti gmo, anti vacunas…” (RC: 14/04/2017). Este militante se alejaba de los “veganos éticos” ya que los consideraba “sensocentristas” (cf. supra, nota 11), pro-OGM (organismos genéticamente modificados) y pro-vacunas (estas no suelen ser ni siquiera vegetarianas). Como otros veganxs de base holística, no veía una diferencia entre la salud propia, la del medioambiente y la de los animales, y por eso se peleaba con aquellos que no tenían inconvenientes en comer comida “procesada” o en utilizar “gluten”25 para realizar símilis cárnicos. Por el contrario, uno de los veganos éticos, expulsado de dicho grupo por publicitar sus productos con gluten, observó que no se debía “mezclar la gluten-fobia de los autoproclamados profesionales de la nutrición con la causa [vegana]” (RC: conversación personal y Facebook, 14/04/2017). Este activista, tal como Constanza (cf. supra), dejó en claro que para él la “dieta” para mantener el cuerpo sano, y la “ética”, eran cosas bien diferentes.

Por su parte, en relación a la soja, un chef “gourmet-plant-based” y profesor de cocina remarcó en la radio online EnsaladaVerde las implicaciones éticas de comer soja: “cuando comprás una milanesa de soja estás arriba de un avión fumigando una escuela llena de niños... ¿Entendés lo que significa eso?” (RC: 13/04/2017). Mientras que un “vegano ético”, en franca oposición, observó que mientras el alimento no tuviera restos de animales, era “apto”, ya que, otra vez, el veganismo era una “ética” que evitaba la “explotación animal” y no se interesaba por el medio ambiente. Por otro lado, en las observaciones que realicé en la feria Veganpa’luja, en Abril de 2017 y en Julio de 2022, en la que confluían más bien “veganos éticos”, la mayoría de ofertas culinarias saladas contenían soja no orgánica, y no había cuestionamientos al respecto. Asimismo, cuando encontré accidentalmente en la heladera de Juliana (ya presentada) unas hamburguesas de soja comerciales, ella me refirió que sabía que no eran “saludables”, que “estaba mal” que sean de Monsanto, pero que estaba “en una transición y que no tenía plata”, y que la ayudaban a “salir del paso”.

En cuanto a los ultraprocesados, en una discusión desatada por la publicación de una lista de “productos apto-vegan”, volvió a surgir una querella similar:

H: no es muy saludable esa listita... Full JMAF colorantes y aromatizantes; el veganismo no solo se trata del respeto hacia los animales, sino también respeto hacia nuestro cuerpo y salud.
M: El veganismo es una postura ética y SOLO un medio para finalizar con el uso de los demás animales. No es un fin en sí mismo. El resto son decisiones personales. No desvirtuar esto, porque los perjudicados son los demás animales al no hacer accesible el veganismo.
H: no hay luchas, hace parte del todo...
el concepto es integral... podes no hacer uso de producto de origen animal, pero tampoco podes hacer uso de productos en los que sus desechos afecten a los animales, es algo ilógico... (RC, 22/9/2016; las negritas son mías).

Y Facundo remató la discusión exponiendo al veganismo como práctica que debía bajar los niveles de “impacto planetario” que el humano genera con su consumo:

Para mí las Oreos no son veganas y hablo de las Oreo y digo: no son veganas [aunque no tienen nada de origen animal, en su concepción, no son veganas]. No hablo de mí, no me interesa mi veganismo, no tengo un veganómetro, últimamente saltan mucho con…que estamos midiendo el grado de vegano, se escudan detrás de eso, y con el tema de hacer un veganismo fácil, toman coca cola, compra papas fritas de Mc Donalds, comen Oreos, toman Ades, Bon o bon rosados y muchas cosas más [todos ultraprocesados]. Está todo bien, háganlo, pero claramente es un nivel inicial, ¿hacen menos daño que comer animales y derivados de animales? Sí, seguro, pero en forma industrial. Ya que una familia omnívora de campo, o sea en su estancia, lejos de esta merda, hace menos daño animal que un vegan de departamento. No son niveles de veganismo, son niveles de bajar el impacto planetario con todo lo que tiene adentro (animales humanos, animales no humanos y hábitat de ambxs) (RC, entrevista., las itálicas son mías).

Curiosamente evidenció que se sentía más cercano, ideológica y prácticamente, a una persona omnívora que viviera en el campo o una estancia que con lxs veganxs “urbanos” que apelaban a la industria alimentaria para abastecerse. Aquí, aunque él pretendió no medir la cualidad “vegana” de los Otros con el “veganómetro”, expuso la existencia de niveles y de lo que llamaré una jerarquía moral de la comida26 o del consumo, en la que el valor que preside es el de “bajar el impacto planetario”, más allá de comer o no animales o sus derivados. En esta jerarquía, basada en una ética holística (enfocada en el impacto del consumo en la integralidad de la vida en la Tierra y no solo en ciertos “sujetos” animales), Facundo se posicionaría al tope, luego vendrían los omnívoros “de campo” que menciona, seguidos los “veganos éticos” que se alimentarían sin animales pero industrialmente y, por último, los omnívoros urbanos.

Si esto muestra la importancia de la afinidad moral en la formación o ruptura de (posibles) vínculos sociales (donde un veganx puede estar más cerca de un omnívoro que de otro veganx), también revela cómo la dimensión moral del consumo es puesta en juego para, no solo abrirle la posibilidad a otro tipo de relación entre humanos y animales y el planeta (“y todo lo que tiene adentro”), sino también para demarcar fronteras identitarias y esbozar jerarquías de veganxs y de humanxs.

El “veganómetro” y la jerarquía moral de la comida

En el episodio de la serie animada Los Simpson, “Lisa y su amor por los árboles”, el personaje de Lisa visita al ecologista (el estereotipo de “hippie” que mencionará más adelante Nahuel) que está preso por protestar, vestido de vaca, sobre uno de los restaurantes de hamburguesas Krosty. Cuando ella le comenta al activista que es vegetariana, se enfrenta a un rostro escéptico que le dice: “bueno, ejem, es un comienzo… yo soy vegano nivel 5, no como nada que produzca sombra”.27 El personaje, con sus palabras y lenguaje corporal, se muestra arrogante y desprecia a una Lisa que hacía un gran esfuerzo para ser vegetariana, y que había mencionado tímidamente “ah, pensaba volverme vegan”. Este ejemplo televisivo refleja la discusión alrededor de la jerarquía o niveles de veganismo que se basarían en la mayor o menor consciencia, al decir de Facundo, del “impacto planetario” del consumo.

Veamos un caso concreto: Nahuel, un cocinero vegano que utilizaba productos refinados, soja, fritos y gluten (todos alimentos no aceptados por los veganos holísticos o saludables), impugnó la existencia de una jerarquía de veganos a través de un post en Facebook con mucho alcance. Allí, intentó eliminar las distinciones de mejores y peores veganos que se realizan a partir de cocinar o comer dichos productos. Como no se trata de ingredientes de origen animal, para él no tenían que ver con el veganismo:

“Las cosas como son:
* No sos más vegano por no comer gluten, por no comer soja, por no comer reemplazos, por no comer frito, por no comer refinados, por no comer industrializado, por comer crudo, por vivir a frutas”(RC, Facebook, 26/04/17; el “más” está en oposición a “menos”).

El post fue contestado por dos “holísticos” que hicieron hincapié en la existencia de consumos que, aún “sin ingredientes de origen animal”, podían ser más o menos dañinos y que, por ende, transformarían a dichos consumidores en “más o menos veganos”:

Mauro: “La verdad es que hay ciertos alimentos sin ingredientes de origen animal que implican más sufrimiento y muerte, y otros que implican menos. Y, por ende, como veganxs, aunque nos cueste, debemos apuntar a consumir los que menos impliquen. Los que requieren más contaminación, uso de recursos, y destrucción medioambiental, podríamos decir que son “menos veganos” porque generan más sufrimiento y muerte, y éstos son lógicamente los más industrializados. Así que comer frutas y verduras enteras podríamos decir que es “más vegano” que consumir productos más industrializados y empaquetados, y ni hablar si están producidos de manera agroecológica y/o fueron producidos localmente.” (RC, entrevista, las itálicas son mías).

Pero en este discurso el consumo de determinados alimentos no solo indica un grado de mayor o menor veganismo: al articular la jerarquía alimenticia/nutricional con valores morales en torno a la actividad humana (industrial, agrícola, ambiental, etc.), la comida también adquiere un carácter plenamente moral, convirtiendo a [algunos de] los veganxs en mejor[es] ser[es] humanx[s]. En los términos de Álvaro:

Para mí ser vegano es una forma de ser más compasivo, y en ese camino podemos mejorar. Y así como es mejor alguien que come cada vez menos carne y lácteos que uno que come cada vez más, es mejor alguien que come cada vez más frutos locales, orgánicos y ecológicos, que quien come cada vez más harina, aceite y soja… Claro, ese menor daño posible es la clave. Por eso creo que quien menos daño hace [en términos ecológicos-holísticos] es un mejor ser humano y por ende un mejor vegano. (RC, entrevista, las itálicas son mías).

Mauro y Álvaro sintetizaron y reafirmaron la existencia de una jerarquía moral de la comida (que se extendería a cualquier consumo), que se estructuraría, en este caso, a partir de “una forma de ser más compasivo” y que llevaría a consumir aquello que causa “menos daño” o que implica “menos sufrimiento y muerte” en sentido ecológico amplio.28 Aunque constataban que ser vegano era mejor que no serlo, seguían pensando en que se podía mejorar, es decir, que había una evolución y una posibilidad de seguir ascendiendo. Si dicha posición sería luego considerada por Nahuel: “primero veganismo, después vendrá el veganismo consciente” (RC), rápidamente aclararía que estábamos “a años luz” de ello, y que había que ir “paso a paso” , ya que para él, los argumentos de ecología y alimentación/vida saludable, aunque éticamente pertinentes, podían alejar a la gente del veganismo:

Pensá que somos el 1% de la población mundial, nos ven como bichos raros, imaginate que a la gente le llevemos el mensaje que para ser un buen vegano, o un mejor vegano tenés que comer frutas de estación y armarte tu propia huerta, estamos al horno ahora; imaginate en ese contexto, yo… por mi manera de cocinar, que es sabrosa y linda a la vista, he acercado mucha gente al veganismo, y aunque hay muchísima …[que] jamás se haría vegana, al menos se sacó el prejuicio de que somos unos hippies que vivimos a lechuga.

Gracias al análisis de estos disensos puedo sostener que el veganismo está lejos de ser un movimiento monolítico que vehiculiza una sola manera de ver a los animales, a la dieta o al consumo en general. Aún más: debo resaltar que los disensos valorativos inciden directamente en el proceso de autoidentificación (individual y colectivo) pero también, tal como menciona Nahuel en la última cita, en la claridad con la que el movimiento es visto –identificado– desde afuera. Si por ejemplo Nahuel intentaba definirse y definir al colectivo de modo unívoco: “sigo pensando que está mal medírnosla entre nosotros, sé es o no sé es vegano, lo demás son temas para otra discusión” (RC), y Facundo trataba directamente de “no-veganos” a los que consumían Oreos, otros activistas trataban de alejarse del término “vegano” para no ser atrapados por la simplificación (ver el comienzo del artículo) o los significantes negativos (“extremistas”, “fundamentalistas”, “hippies que viven a lechuga [o comida sosa]”, entre otros; ver Santalla, 2020) omnipresentes en la opinión pública.

Queda claro, además, que la dimensión moral del consumo es resaltada y vehiculizada no solo para demarcar fronteras identitarias y crear Otros externos (omnívoros en particular) sino también internos. Pero a la vez, si los repertorios morales de los activistas apuntan a la transformación radical de las relaciones predatorias entre humanos y animales comestibles (des-jerarquización), los repertorios de algunos de ellos también operan jerarquizando y discriminando veganxs y humanxs, tomando como vara el impacto que produce cada uno a través del consumo.

Finalmente, para terminar con una reflexión teórico-metodológica, quiero volver a resaltar el carácter fructífero de enfocarse en los repertorios morales para analizar las transformaciones de la sociedad, en particular las inducidas por el accionar de movimientos sociales o de colectivos militantes. Como mostré, los discursos morales/moralizantes no solo relevan de prácticas de sanción y mantenimiento de relaciones preexistentes; sino también de germen de cambio y transformación; de construcción y deconstrucción identitaria, y de edificación y reconstrucción de vínculos y afinidades entre pares.

Conclusión

La multiplicidad de voces que expuse a lo largo de este artículo revela que los adherentes al veganismo no solo no presentan homogeneidad en cuanto a sus prácticas y motivaciones, sino que existen diferencias fundamentales (y disputas constantes) en cuanto a la conceptualización de qué es y cómo ser veganx, sobre qué acciones y alimentos serían aptos para veganxs o no (y sobre qué estrategias son más efectivas para sensibilizar a los demás29). En este marco, apoyándome en la línea analítica de la antropología de las moralidades, constaté que la dimensión moral del consumo es vehiculizada para demarcar fronteras identitarias y crear Otros externos e internos: por ejemplo, aquellos que eligen consumir basándose en una ética de “bajar el impacto planetario” se distancian de aquellos que, si bien adhieren al veganismo, se basarían aún en el gusto individual, en la comodidad o en la tradición y no tendrían en cuenta las consecuencias ambientales, corporales y/o de sufrimiento animal que dichos consumos podrían acarrear. Lo mismo ocurre entre la distinción mil veces trazada entre la “ética” y la “dieta saludable”. Asimismo, observé cómo algunos activistas utilizaban los repertorios para trazar jerarquías no solo de veganxs sino también de humanxs, tomando como vara el impacto planetario del consumo. Finalmente, debo remarcar que si bien los repertorios vehiculizados tienen una arista discriminatoria a nivel humano, es evidente que están en la base de un intento de des-jerarquización de la relación que la mayor parte de los humanos en “Occidente” mantiene con los animales comestibles (al decir de los veganxs éticos) o con el planeta en general (“y todo lo que tiene adentro”, al decir de Facundo), que, como menciona Tim Ingold, lo conciben “as a passive container for resources that are there in abundance for the taking” (Ingold, 2000:66).

En este artículo expuse, a modo introductorio, la diversidad de voces, valores y modos de actuar que proponen los distintos activistas, y esbocé y analicé algunas de las problemáticas del “veganismo” percibidas a través de una inmersión etnográfica. A su vez, a través de las herramientas brindadas por la teoría antropológica, espero haber contribuido a la comprensión de aspectos básicos del funcionamiento de la sociedad. En particular, cómo diversos actores pueden, a través de discursos morales/moralizantes, promover transformaciones en prácticas habituales y justificar las inhabituales; participar en procesos de construcción y deconstrucción identitaria; y edificar y reconstruir vínculos sociales diversos.

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4 Para un análisis del veganismo en tanto movimiento social ver Ophélia Véron (2016) y Santalla (2020: 10).

5 El Instituto de Gastronomía y Nutrición Naturista del cual soy co-creador, director y profesor. Ver www.vidasabia.com Consultado el 07/09/2021.

6 Ver https://veganfestargentina.org/ Consultado el 18/07/2022.

7 Ver https://www.instagram.com/veganpaluja/ Consultado el 18/07/2022.

8 Este discurso presupone y destaca la animalidad (y la no excepcionalidad a nivel de especies) de los humanos.

9 Se propone no consumir: carnes (vaca, pollo, cerdo, oveja, llama, etc.) que conllevan la muerte del animal y derivados (lácteos, huevos, gelatina, grasa, miel) que pueden incluir la muerte o condiciones de crianza y “utilización como recurso” en extremo sufridas. Ver https://www.vegansociety.com/go-vegan/definition-veganism Consultado 29/07/18. Asimismo, productos de cosmética y limpieza testeados en animales. Por último, se evita asistir a acuarios y zoológicos y de participar en cualquier tipo de lucro con animales, sean las carreras de galgos o caballos (o riñas de gallos), o la venta de animales de raza.

10 Para profundizar en los principios del veganismo y su genealogía, ver Ferrigno (2012) y Lira (2013).

11 La postura que se basa en considerar la capacidad de sentir/sintiencia como aquello que le daría un estatuto moral a los animales se denomina sensocentrismo y tendría origen en la filosofía de Jeremy Bentham (ver Lira, 2013:72). Aunque por motivos de extensión no indagaré en la jerarquización de distintas especies animales en base a esta capacidad, este tipo de ética excluye de consideración al inmenso grupo de animales invertebrados (artrópodos, moluscos, etc.) y al resto de seres vivos (no animales) en su conjunto. Cabe aclarar que no todos los veganos están de acuerdo con esta postura (ver Infra, Consumo y Moralidad…).

12 Esto es criticado por distintos veganos “éticos” que observan que no se deberían utilizar tropos que comparan la dominación de los animales con la de otros grupos oprimidos ya que se banalizarían dichas opresiones o bien se rebajaría el status de dichos humanos al status de animal. Sin embargo, otros veganos éticos, sin obviar dichas opresiones, defienden la utilización de conceptos como esclavos u holocausto para referirse a la matanza de animales ya que no se trataría de rebajar a los humanos, sino de brindarles entidad ontológica a los animales. Ver https://respuestasveganas.org/veganismo-interseccional/ y https://respuestasveganas.org/holocausto-animal/ Revisados el 11/08/21.

13 Ver Atlas de la Carne (2021).

14 El término fue acuñado originalmente por el activista Richard Ryder, en 1970. Ver biografía y referencias del autor en: https://en.wikipedia.org/wiki/Richard_D._Ryder Consultado el 02/08/18.

15 Disponible en https://youtu.be/ZzvK5uLu7F0?t=805 Consultado el 09/08/2021.

16 La “ética” entre comillas puede reemplazarse por “ética animal” y es uno de los conceptos emic que analizaré a continuación en relación al veganismo como “dieta”.

17 Sin dejar de señalar que según el autor los discursos morales son adaptados y recreados por los individuos y las líneas demarcatorios de lo “local” y lo “outsider” pueden correrse más allá de la propiedad de la tierra o de los aspectos materiales concretos.

18 Comer “sin cocción”, “crudo” o “raw”, no significa no cocinar, ya que hasta aquellos que basan su dieta en frutas deben comprar, limpiar, cortar, licuar, etc. Y los que además agregan verduras, frutos secos y semillas utilizan distintas técnicas culinarias como el masajeado, activación, deshidratado, fermentación, entre otras. Ver San (2019) y Cousens (2011).

19 Por ejemplo, las Dietas Cormillot: https://www.dietascormillot.com/home.html Consultado el 27/07/18.

20 Una traducción local del término anglófono “plant-based diet”.

21 Según la caracterización del antropólogo brasilero Monteiro (2010). En resumen, se trata de manufacturas (“buenas para vender” más que para comer) producidas y comercializadas por multinacionales alimentarias que contienen sustancias con probadas consecuencias para la salud como alto contenido de azúcar refinada o JMAF, harina refinada, grasas transaturadas, sodio y aditivos sintéticos (resaltadores de sabor, colorantes, conservantes, edulcorantes, etc.). A su vez presentan packagings atractivos y contaminantes con etiquetas difíciles de descifrar, y trabajo de marketing con adaptación a contextos culturales diferentes (imbricando hábilmente discursos de status, medicina y tradición).

22 Tales como productos a base de harina y azúcar blanca, aceites refinados, embutidos y otras carnes procesadas.

23 Este tipo de veganismo se acerca más a una ética ambiental biocéntrica, en donde se le atribuye una cualidad moral (y derecho al “respeto”) a todos los seres vivos más allá de su utilidad o beneficio potencial para el humano (Gudynas, 2011).

24 Ver nota 11. Cabe aclarar que algunos “veganos éticos” también refutan la concepción de sintiencia, o al menos adhieren a un principio de precaución y no consumen aquellos animales que, según los conocimientos científicos actuales, no tendrían sistema nervioso central y por ende no sentirían dolor.

25 El gluten es el nombre dado al conjunto de proteínas de algunos cereales como el trigo y el centeno. Tanto en el movimiento de alimentación “natural” como en el mundo del fitness existen varios críticos de este compuesto en todas sus formas. Una de las cuales es el seitán, un simili cárnico ya utilizado en la China del siglo X (ver Kieschnick, 2005).

27 Disponible en: https://youtu.be/U-apZ7nke7Q. Visto el 08/09/21. El capítulo completo se llama “The Tree Hugher” o “Lisa y su amor por los árboles”. Esta frase es mencionada recurrentemente en los grupos veganos, “virtuales” y reales.

28 Esta ética tiene clara resonancia con la propuesta por el budismo Mahayana (ver Ricard, 2013) y coincidentemente, muchos de sus promotores practican alguna disciplina espiritual o algún tipo de meditación.

29 Traté esta temática en Santalla, 2020.