Es posible que el grotesco criollo sea tan nuestro e importante como el tango. Y tal vez por eso mismo, Armando Discépolo sea tan fundamental como su hermano Enrique, el poeta, el autor de “Cambalache”. Por entonces, en las primeras décadas del siglo XX, la Argentina estaba haciéndose menos en los salones patricios que en las cocinas y fraguas de los inmigrantes –y como muestra esta obra, de los criados, de los sirvientes–.
Babilonia podría ser una versión cimarrona de un policial inglés de J.B. Priestley –o una película de Ken Loach, por qué no–, solo que bajo la Cruz del Sur y con esa lengua única y múltiple que todavía es vanguardia. Pero todo esto lo lee y lo escribe y lo explica mucho mejor el dramaturgo Mauricio Kartun en su prólogo. Llega aquí uno de esos cruces milagrosos que la literatura gestiona en secreto, y que esta colección busca provocar y revelar. Discépolo se encuentra con Kartun, el autor de Terrenal. Pequeño misterio ácrata, quien lo elige entre sus lecturas fundadoras.
Armando Discépolo (Buenos Aires, 1887-1971)
Hijo de inmigrantes italianos, el dramaturgo y director Armando Discépolo es conocido como el principal creador del grotesco criollo, en el que se cruzan influencias del grotesco italiano y el sainete español. Hermano mayor del poeta y compositor de tango Enrique Santos Discépolo, Armando escribió algunas de las piezas fundamentales del teatro argentino, como Mateo, Stéfano, El organito (en colaboración con Enrique), ¡Levántate y anda! y esta que presentamos, Babilonia. Tras abandonar la escuela en sexto grado, se dedicó a la actuación hasta formar la Compañía Teatral de Afi¬cionados, con la que estrenó más de treinta obras y que lo consagró como escritor de teatro. A pesar de su éxito como dramaturgo, en 1934 decidió dejar ese rol para dedicarse a dirigir y escribir guiones para cine y televisión, tarea que desempeñó hasta su muerte.