Una fórmula lacaniana aparece al comienzo de El reverso del decorado: “Cualquier acción representada en un cuadro aparecerá como escena de batalla”. Dejaremos al lector de las páginas que siguen la sorpresa y el placer de descubrir lo que Yves Depelsenaire extrae de esta fórmula, a medida que desarrolla los análisis reunidos en el formidable puzzle de su libro (…). Se trata de hacer ver en qué sentido el arte es una guerra, al hacer de la guerra su objeto, a fin de testimoniar, según el modo de esta representación imposible que es su única manera, ese gran agujero de sombra en el cual la mirada se pierde y que se puede denominar “lo real”, con la finalidad de someterse y, a la vez, sustraerse a ese vértigo de donde viene lo verdadero.