Capítulo 13

Pertenencia e identidad en la Fraternidad Sacerdotal San Pío X

María Bargo

Sabíamos que había algo mejor, más seguro, algo que estaba desde siempre.
Amparo.

Introducción

La tesina de la cual surge este artículo buscó comprender qué significa ser la Tradición para los fieles de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (también conocidos como lefebvristas, por el nombre de su fundador, Monseñor Marcel Lefebvre) que concurren a la capilla Nuestra Señora de Fátima, en la localidad de Martínez, al norte de la provincia de Buenos Aires. Esta congregación se originó como consecuencia y en reacción al Concilio Vaticano II (1962-1965). Dado que quienes integran el grupo se autoproclaman la Tradición, me propuse entender cómo se resuelve la tensión que se genera al habitar la modernidad desde ella.

Vivir según la tradición implica una presencia ascética en el mundo, conforma una identidad grupal a través de la construcción de un relato y la regulación de las diferentes instancias de sociabilidad, así como una cierta moralidad que se ve plasmada en el cuidado de las “formas” y afecta la vida cotidiana de los fieles. Todo esto se ritualiza en la celebración de la misa, que es defendida y vista como un sello distintivo que fomenta el sentimiento de unión y pertenencia. En este apartado, presentaré algunos de los mecanismos que los miembros utilizan para fortalecer su pertenencia a la Tradición.

Adhesión y construcción de lazos entre congregantes

¿Qué permite a quienes conforman la Tradición definirse como tal y diferenciarse del resto? Las actividades ofrecidas en la capilla fomentan la adhesión y permiten la formación de lazos estrechos entre los miembros del grupo. Asimismo, el distanciamiento de algunos principios imperantes en la actualidad, que son percibidos de manera negativa, la selección de espacios y ámbitos de sociabilidad, y la búsqueda de preservar “la Iglesia de siempre” son algunos de los elementos que contribuyen a la conformación de una identidad y generan un sentimiento de pertenencia entre los miembros de la Fraternidad.

En las entrevistas realizadas durante el trabajo de campo, pregunté a los participantes qué los mantenía unidos y qué los llevó a unirse a la Tradición. Principalmente, hicieron referencia a la importancia de la misa. La Fraternidad celebra el ritual tridentino, es decir, no adopta las modificaciones impuestas a partir del Concilio Vaticano II,1 sino que mantiene el rito codificado por el Concilio de Trento.2 Este ritual se caracteriza por su alto nivel de solemnidad, manifestado en los prolongados momentos de silencio, los movimientos controlados y la vestimenta utilizada. También implica la adecuación del espacio por parte de quienes ingresan a la capilla, el cambio de posturas, las abluciones y purificaciones, y la estructura definida de sus diferentes etapas. La misa tradicional permite mantener roles establecidos, lo cual se refleja incluso en la disposición espacial. Por ejemplo, existen lugares que solo pueden ser ocupados por aquellos con autorización y contacto con lo sagrado, dependiendo de su papel en la celebración, su edad y su género. Esta organización expresa la cosmovisión del grupo. Los objetos, la vestimenta, la distribución del espacio y los momentos o gestos contribuyen a mantener un determinado orden social.

A lo largo del rito, se busca transmitir una "moral" que se refleja en una estructura familiar particular, en formas de relacionarse basadas en el género, en compromisos respecto a ciertas reivindicaciones, y en actitudes y comportamientos. Victor Turner sostiene que uno de los principios del ritual es hacer aparecer o revelar (1969: 37), y explica cómo esto sirve para comprender procesos y estructuras sociales. En el caso de la misa, esta revelación establece un orden, instituye una lógica y marca un rumbo que será adoptado en las diferentes actividades de los seguidores y miembros de la Tradición, tanto en la capilla como en su vida diaria. Efectivamente, existe una fuerte unión entre los que forman parte de la congregación, acentuada por el mantenimiento de las formas, la moral y las tradiciones que se explicitan en la misa, la cual es concebida como el acto supremo de fe. Según lo observado por Verónica Giménez Béliveau (2000), el rito tridentino contribuye a la cohesión entre los miembros de la congregación y remite a la fundación del grupo.

Como explica la autora, la misa cumple la función de reafirmar la tradición, convirtiéndose así en uno de los sellos distintivos de la Fraternidad. Durante una entrevista en su hogar, Lourdes, una joven cuya familia promovió la llegada de Lefebvre al país, afirmó que lo que genera adhesión es “la misa que muestra respeto, el encontrar una celebración que afuera no se ve; los sacramentos que perduran en el tiempo, que todo gire alrededor de ellos, porque sin esto la sociedad hubiese caído”.3 Fátima, hermana de Lourdes, agregó que lo que atrae “en los jóvenes, el saber que es una misa que honra a Dios, que está bien, que es mejor. En los grandes, el deseo por recuperar la misa tradicional, transmitir lo que recibieron, ir para un mismo lado: para el lado de la tradición”. Justamente, el rito es uno de los principales aspectos que congrega a los fieles. Amparo, madre de diez hijos entre los que se encuentran Lourdes y Fátima, comentó:

Nosotros estamos desde que empezó, en una de las venidas de Monseñor Lefebvre en el setenta y siete. Empezamos a buscar porque había algo distinto. Habíamos ido a una misa nueva no tan diferente, pero no era lo mismo. Cuando escuchamos a Monseñor dijimos: esto es lo que queremos. Se le pidió que se quedara en Argentina.4

Además de la misa, la sociabilidad fuera de los ámbitos exclusivamente ligados a la congregación resulta fundamental para fomentar la pertenencia grupal. Las jóvenes entrevistadas expresan que prefieren juntarse con mujeres de la Fraternidad, porque si bien son de edades diversas, piensan parecido, y esto “muestra que se puede”. Algunas jóvenes cuentan que no tienen amigas que no sean de la Tradición, no porque sean sectarias o cerradas, sino porque se sienten más tranquilas y cómodas así.5 Otra agregó que “uno no puede estar con una mano en Dios y la otra con el diablo”.6 Evidentemente, desde la congregación se percibe lo externo, lo "nuevo", como algo negativo, marcando así una separación del resto. Esta inclinación puede ser considerada dentro de lo que Fortunato Mallimaci denomina "catolicismo de certezas", una corriente que busca reafirmar una identidad “frente ‘al proceso secularizante y autónomo de la sociedad moderna’, buscando ofrecerse como una certeza más en un mundo de incertidumbre [...] Se trata de ‘descalificar al mundo’ al fin de ofrecer una salida católica clara” (1996: 85). El autor continúa diciendo que esta tendencia puede

reconocerse en el largo plazo a un tipo de catolicismo que ha buscado ‘integrar’ lo social con lo religioso; lo político con lo religioso; lo cultural con una propuesta cristiana. Este tipo de catolicismo no acepta los presupuestos de la modernidad y ha luchado tanto dentro del espacio católico como en la sociedad para imponerse, sea con los medios que sea y dejar en un segundo o tercer plano a sus rivales internos y asumirse como el ‘único y verdadero’. Se define a sí mismo como catolicismo de ‘presencia social y en toda la vida’ (1996: 86).

Las características mencionadas en la cita anterior se pueden observar claramente en el caso de la Fraternidad, ya que se busca impregnar todos los aspectos de la vida de los fieles, oponiéndose a los principios modernos y presentándose como la única alternativa verdadera. Aunque los laicos expresan preferencia por no relacionarse con personas fuera del ambiente, en realidad los jóvenes y otros fieles estudian, participan en otros espacios y establecen relaciones cercanas con aquellos que no pertenecen a la Tradición. Incluso los sacerdotes recomiendan tener contacto con otros. Agregan, a su vez, que el grupo “de afuera parece más cerrado de lo que en verdad es”. Además de darme entrevistas, dejarme entrar en sus casas, prestarme material y permitirme participar de las actividades que se llevan a cabo en la capilla, las muchachas me dijeron que cuando quisiera podía juntarme con ellas y sus amigas en las reuniones que organizaban en las casas, fuera del marco de mi trabajo. Durante nuestras conversaciones, Amparo destacó que algunos de sus hijos estaban casados con personas que no eran de la congregación, aunque explicó que más tarde se convirtieron porque “entendieron, aunque sus familias no”.

Si bien se abordará este tema con más detalle en los siguientes apartados, es importante mencionar que la adhesión al grupo también se logra mediante la oposición a otros sectores. De manera explícita, se refieren a corrientes actuales dentro del catolicismo que expresan el rechazo a Dios. La Tradición utiliza un discurso confrontativo al referirse a aquellos que adhieren al Concilio Vaticano II y no comparten la misma devoción hacia la fe católica que la Fraternidad preserva. Agregan que no deben ceder ni claudicar ante los cambios resistiendo porque es imposible “tolerar ciertas cosas”.7 Según sus relatos, el Concilio trajo beneficios para todos menos para ellos. El padre Juárez afirma que "la complicación con la Iglesia Católica después del Concilio Vaticano II se produce porque nosotros elegimos rechazar textos que vayan en contra de la doctrina. Nos distanciamos del resto de la Iglesia porque el Vaticano predica una doctrina separada de la fe católica”.8 En referencia al Concilio, Lida explica que

terminó de un modo u otro por provocar una profunda modificación en la imagen tradicional de la Iglesia, solemne, ceremoniosa y rígida hasta no mucho tiempo atrás [...] con ello se le abrió el paso a que arraigaran nuevas ideas tanto teológicas cuanto políticas [...] El saldo de ello fue la creciente politización de los más variados ámbitos católicos, y su tendencia a confundirse, por momentos, con la radicalización revolucionaria propia de los años finales de la década de 1960 (2011: 127).

El padre Gutiérrez, uno de los sacerdotes de la Fraternidad encargado de dar algunas lecciones de doctrina y celebrar misas semanales en la capilla, comenta que “el Concilio Vaticano II reforma el catecismo intentando adaptarse a estos tiempos”. Una de las jóvenes, apoya esta postura y explica que la separación del resto de la Iglesia se da,

por estar en desacuerdo con el Papa, sin criticar a su persona. Estamos en contra del ecumenismo y la libertad religiosa, porque es para todos menos para los católicos, porque se pasa a pensar solo en los sentimientos, y porque se llega a un punto en que cada uno tiene su verdad, y nuestra verdad es vista como cuadrada. Se busca un respeto mutuo, un respeto tonto, porque hay cosas que no se pueden tolerar, nos afecta y se nos ataca. A uno no lo respetan. Frente a esto nos juntamos para hablar, tenemos reuniones de formación. Nos formamos para una resistencia al constante bombardeo. Hay que estar alerta, sino se cede. Hay algunos que claudican, pero para que esto no pase hay que elegir amigos, grupos.9

A lo largo del párrafo citado, se vuelve a hacer referencia a la división entre quienes pertenecen al grupo y quienes están fuera. Se destaca la importancia que se le otorga a las actividades formativas como el catecismo, la doctrina, el coro, los retiros, los encuentros y los eventos, así como a las misas, para justificar la postura separada que adopta la congregación en relación con la orientación de la Iglesia y para mantenerse y "resistir". A través de estas actividades se busca transmitir la postura de la congregación ante diversos temas, como la evolución, la ciencia, el feminismo y la familia, así como cuestiones teológicas específicas, como el pecado, la moral y el ritual, entre otros.

En definitiva, las actividades ofrecidas por la congregación posibilitan establecer lazos entre sus miembros. Sin embargo, la principal causa de adhesión reside en el hecho de que celebran la misa tradicional. Además, los integrantes también se reúnen fuera de los espacios institucionales, fomentando la sociabilidad entre pares. A su vez, la oposición a corrientes predominantes, incluso dentro de otros sectores católicos, constituye un factor crucial en la pertenencia grupal y en la formación de una identidad distintiva.

Diferenciarse y resistir

Quienes conforman la congregación identifican ciertos aspectos que los caracterizan y los distinguen de otros grupos. Despliegan mecanismos que les permiten mantener su identidad sin comprometerse con influencias externas. Algunos de los entrevistados hicieron referencia a lo que los distingue a ellos en particular, mientras que otros optaron por compararse tanto con otras corrientes del catolicismo como con otras religiones. En otros casos, prefirieron diferenciarse del “estilo de vida moderno”.

En lo que respecta a sus particularidades, afirman que se distinguen por adoptar un “estilo de vida católico”. Este estilo implica asistir a la misa tradicional, tener una determinada forma de vivir la sexualidad, respetar los tiempos litúrgicos y cuidar las formas (reglas detalladas que guían el comportamiento y las actitudes de los fieles, así como las actividades a realizar y cómo llevarlas a cabo), entre otras cosas. Sostienen que hay cuestiones que no son negociables, especialmente en lo que respecta a la doctrina, el catecismo, la misa y los sacramentos. Desde esta perspectiva, la Fraternidad puede ser considerada dentro de lo que Mallimaci denomina “integrismo católico” (1988), haciendo referencia a un sector que “no acepta transformaciones, es autónomo con respecto a las autoridades eclesiales y aparece, por ejemplo en la actualidad, fijo en ciertas cuestiones doctrinales, litúrgicas, sociales o eclesiales” (1996: 85). Aunque este término suele utilizarse principalmente para referirse a una corriente del catolicismo que surgió durante la primera mitad del siglo XX, puede aplicarse a la congregación con la que trabajé, ya que cumple con las condiciones que esta categoría implica. De hecho, el mismo autor explica que esta tendencia es representada “tanto por los seguidores de Mons. Lefebvre (es decir, integrantes o simpatizantes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X) o por grupos con concepciones militaristas o nacionalistas mesiánicas” (1996: 85).

Durante las entrevistas que realicé, los fieles recurrieron en varias oportunidades a argumentaciones sobre sus diferencias con otros grupos conservadores, en las cuales sostienen que son pocos los que pueden “dar el paso”. Estudiando al tradicionalismo católico, Jorge Abelardo Soneira expresa que la “modernidad hace surgir la posibilidad de un tipo de religión ('post-tradicional') en donde el 'habitus religioso' no deriva de la tradición, sino del compromiso personal de los individuos” (2001: 108). La Fraternidad comparte esta percepción, considerando que apartarse y pactar con ciertos aspectos lleva a un estilo de vida más ligero, más cómodo, mientras que ser parte de la Tradición implica renunciar a muchas cosas. En cuanto a otros grupos asociados al conservadurismo católico, uno de los sacerdotes expresó que “muchos están en contra de la verdad porque significa cambiar de vida y tienen miedo”.10 La característica distintiva que los miembros de la congregación atribuyen a su grupo es la misa, ya que sectores de la Iglesia como el Opus Dei o el Instituto del Verbo Encarnado no necesariamente participan en el Misale Romanum o la misa tridentina. Giménez Béliveau comenta que, según los portavoces de la Fraternidad, “las nuevas reglas de liturgia, plasmadas en el Novus Ordo Missae, contribuyen a profundizar la crisis de la Iglesia, atentando contra la conservación de la fe” (2000: 284), lo que explica su diferenciación de sectores dentro de la Iglesia que no buscan mantener la tradición.

Es evidente la importancia que otorgan a los sacramentos y la misa, especialmente esta última, que se convierte en un motivo de lucha y diferenciación para el grupo. Contraponen la misa y la forma tradicional de apostolado al enfoque meramente humanitario y antropocéntrico que, según ellos, “no predica que Jesús es el salvador”,11 característico del catolicismo post-conciliar. Lourdes expresó, “no hacemos misiones y eso porque se necesita más gente, más plata. Se organizan cabalgatas, campamentos; hacemos apostolado así. Distribuimos panfletos, hacemos celebraciones por Cristo Rey o Corpus Christi e invitamos a la gente”.12 Haciendo referencia a sectores “progresistas” dentro de la Iglesia (es decir, quienes adoptan los cambios propuestos por el Concilio Vaticano II), una muchacha sostuvo:

En la Fraternidad no hay necesidad de tanta misión, porque uno se sostiene esencialmente por la misa. Los modernistas necesitan el apostolado y vivir la religión por otros medios, porque su misa no llena. La misa tiene que ser toda en latín, puedo salirme un poco, pero es algo serio, no se puede pactar con todo [...] Son dos religiones totalmente diferentes.13

Por otro lado, uno de los sacerdotes aclaró que “la Fraternidad es esencialmente misionera porque la misa también lo es”14 y habló sobre diferentes trabajos misioneros que la congregación lleva a cabo en distintos países, explicando que el problema con el apostolado de hoy “es el ecumenismo”. En lo que respecta a otras religiones, Lourdes marcó que “las diferencias se ven en las obras, más de fondo [...] lo que nos diferencia a nosotros es la caridad y el cómo amamos”.15

Durante una entrevista en la capilla, le pregunté al padre Juárez acerca de lo que distingue al grupo y su relación con aquellos que no son católicos. Señaló que ellos hacen “lo que hizo siempre la Iglesia, siguiendo a Jesús que salvó a todos para sacarlos de la miseria”. Danièle Hervieu-Léger sostiene que “la identificación eminentemente religiosa de la continuidad de una tradición no procede más que del compromiso personal de individuos que se reconocen mutuamente como parte de una comunidad de hecho y de espíritu que trasciende la inmediatez del presente” (1996: 4). Para la congregación, “el fin es llevar al otro a la fe, no a la falsedad. Hay que tratar de mostrarle (aunque capaz tengan su fe y sus creencias), porque con pruebas objetivas de la verdadera fe católica, se lo puede transformar”.16 Como señala Giménez Béliveau (2000) en un artículo sobre la misa celebrada por la congregación, el grupo se considera poseedor de la única verdad. Un ejemplo de esto son las palabras que Amparo me dijo en una ocasión, refiriéndose a la necesidad de rezar por los pecadores para iluminarlos y así intentar salvar sus almas.

Los miembros de la congregación expresan que la cercanía a los sacramentos es un recurso fundamental que les permite mantenerse firmes en su postura, por lo tanto, prestan especial atención al aspecto ritual como forma de preservar la tradición. Una de las jóvenes del coro afirmó que lograban mantenerse afuera “con la misa que desde la propia religión enseña a vivir diferente el cotidiano”.17 Según uno de los sacerdotes, lo que les permite mantener su postura es “el amor a Dios que da fuerza. El hombre con fe puede comprender, evitando peligros para el alma como la televisión o la radio, los chistes verdes. En la universidad formándome, animándome a responder”.18 También agregó que uno logra sostenerse “evitando malas compañías que los lleven al mal, viviendo bien según la fe y los diez mandamientos, lejos de las drogas, de la vida relajada, cuidando el vocabulario, los recreos”. La congregación busca establecer las verdades en las que creer y delimitar “el espacio de los comportamientos admisibles en todos los dominios de la vida de los fieles” (1996: 14). Desde la Fraternidad, hacen hincapié en su separación del "espíritu" que caracteriza a las sociedades modernas, por lo que podrían ser identificados como lo que Martín Obregón (2005) denomina "tradicionalistas" dentro del catolicismo, aquellos que rechazan los cambios del Concilio Vaticano II porque creen que la Iglesia no debe adaptarse al mundo actual. Utilizan la distinción entre adentro y afuera no solo para referirse a la pertenencia o no a la Fraternidad, sino también para explicar que no son parte de este mundo. En palabras de uno de los sacerdotes: deben convivir en el mundo pero “no ser del mundo” (en clara referencia al pasaje bíblico de Juan 17:14).19

Asimismo, marcan su diferencia con el mundo exterior explicando cómo viven en el día a día, fuera de la capilla, donde se destacan los rasgos que los distinguen resaltan. “Se ve más en lo sexual, con el tema de la virginidad o la pollera… no sirve discutir [...] Las formas sirven porque protegen”, cuenta Ángeles, una joven que forma parte del coro. Lo que denominan “las formas” tienen el objetivo de conservar lo interior frente a un afuera hostil. Según Giménez Béliveau (2000), hay una separación entre la congregación, que respeta la tradición, y el mundo, que es considerado una fuente de maldad. Se suele dejar poco espacio para el ocio y se limitan las situaciones y lugares para el entretenimiento y la recreación, ya que se asocian con el “mundo moderno”, que se centra en una vida relajada y cómoda.

El vínculo que establecen con la modernidad, podría pensarse desde lo que Max Weber denomina “ascetismo intramundano”. Según el autor “el ascetismo ha aspirado a racionalizar éticamente el mundo conforme a los mandamientos divinos” (1979: 33). Quienes integran la Fraternidad restringen sus actividades y movimientos, aunque permanecen en contacto “con el mundo”, pues “es la vida diaria el ámbito en el que el hombre religiosamente dotado, muestra su gracia y su estado excepcional [...] en actividades rutinarias disciplinadas y racionalizadas dentro de la vida diaria puesta al servicio del Señor” (Weber: 1979: 34).

Ciertos ámbitos de sociabilidad se opondrían al estilo de vida sacrificado que se propone desde la congregación. En casos puntuales, como las actividades que los jóvenes realizan para entretenerse, las diferencias con el otro son más notables. Una joven entrevistada indicó: “entre nosotras hacemos juntadas, vamos a tomar algo o a un canto bar, a peñas, hacemos reuniones en casas… un boliche es un ambiente para ir a ensuciarse”.20 Esto lleva, a su vez, a una mayor unión entre los que componen el grupo. La madre de la muchacha comentó en otra oportunidad:

Los fines de semana los chicos salen a bailar. La cosa no es decirles que no, sino abrir las puertas de tu casa para que organicen algo: que se junten a charlar, a hablar de cosas de interés e importantes [...] Yo prefiero que vengan a casa, porque vas escuchando y de ahí hablando y viendo. Les decís: ‘no me pareció lo que dijo tal sobre determinada cosa; o ¿quién es esa? ¿Qué hace la familia? ¿Cómo se llama?’ [...] Mis hijas van a campos, a Mendoza, a Córdoba, a Tandil; donde son todos semejantes a vos, es más cómodo.21

Agregó también que prefiere que sus hijos sean formados en la Tradición para que después sean fuertes. De esta manera, valora el hecho de que los educados en colegios pertenecientes a la Fraternidad “no cuestionan ciertas cosas”. En sintonía con esta postura una joven de la congregación me comentó en una oportunidad que “no nos mezclamos, intentamos no ensuciarnos por otro”.

Desde la Fraternidad se busca que la religión impregne los distintos ámbitos donde se mueven quienes pertenecen a ella. Como expone Giménez Béliveau en su trabajo sobre la Fraternidad, “es este el catolicismo que actúa en todas las esferas de la vida social, penetrándolas” (2000: 283). En cuanto a esto, el padre Gutiérrez me decía:

Un católico reza antes de comer, y come con moderación; duerme como católico, es decir, para descansar y recuperar fuerzas para servir a Dios; estudia con fines sociales; trabaja por el bien social y para tener dinero, con honestidad y como ritual para Dios; da ejemplo por comportamiento, trabajo, honestidad y forma de vida; vive y sigue a Cristo.22

En la misma dirección, el padre Juárez exhorta a los laicos a “evitar todo lo que está mal mediante la fidelidad a la vida familiar, buena educación de los hijos llamándolos al bien sin dejarlos en malas compañías, y en el trabajo evitando lo que está mal. No tiene que huir del contacto social, sino esto sería una secta”.23

Recurren en varias ocasiones al término suciedad para referirse a ciertos ámbitos de sociabilidad, entretenimientos, amistades y temas relacionados con la sexualidad. Mary Douglas (1966) sostiene que las ideas de suciedad e impureza están vinculadas a una concepción del orden, que lleva al rechazo de elementos considerados inapropiados para su preservación. Estas ideas se trabajan socialmente de manera instrumental para influir en el comportamiento de los demás. La autora señala que las creencias refuerzan las presiones sociales y permiten mantener el orden al señalar los supuestos peligros a los que se enfrentarían los transgresores. Además, agrega que estas “creencias-peligros” (que poseen una fuerte carga simbólica) conforman un lenguaje de exhortación mutua, ya que, aunque se utilizan para restringir a los demás, uno mismo teme caer en ellas. Si bien los fragmentos de las entrevistas citadas revelan cierta tensión entre los discursos de los sacerdotes y los laicos al referirse al contacto con personas que no pertenecen al grupo, ambos convergen en el objetivo de alejarse de ideas o ámbitos que niegan a Dios.

Tal como describe el apartado, existe un doble movimiento por parte de la congregación. Por un lado, describen aspectos que los caracterizan y, por el otro, aquellos que los diferencian de otros católicos, otras corrientes religiosas y del estilo de vida que la modernidad propone. Junto con la misa como principal sello distintivo, se promueven otras instancias como las de sociabilidad entre pares, que se oponen a las alternativas “sucias” que el afuera ofrece.

La Tradición: misión y lucha

Existen, por un lado, cuestiones a las cuales se enfrenta el grupo y por otro, aspectos que buscan incentivar. Como expondré, es notoria la diferencia entre los discursos de los sacerdotes y los laicos, pues los primeros adoptan expresiones del plano religioso, mientras que los fieles mencionan casos concretos de la actualidad. Estos últimos, en general, usan términos de enfrentamiento; mientras que el padre Juárez y el padre Gutiérrez cuentan las cosas por las cuales quieren luchar: existe una lucha por y una lucha contra.

Los laicos suelen ejemplificar sus ideas refiriendo especialmente a temas ligados a la sexualidad y el rol de la mujer. Las jóvenes hacen hincapié en lo primero, mientras que las madres refieren a su papel de amas de casa y la crianza de los hijos, o hacen comentarios críticos acerca del divorcio, las relaciones sexuales pre matrimoniales, entre otras cosas. Por otro lado, los sacerdotes hablan en un plano más teológico, y se incomodan cuando se les pide que traduzcan la idea por medio de algún ejemplo.

Desde la Fraternidad se lleva a cabo una lucha por preservar y transmitir la tradición católica en aspectos como la sociedad, la familia, la vida cristiana y la misa. Se oponen a lo que Mallimaci denomina como "modernidad moral" (2000), que se caracteriza por el crecimiento del individualismo y por los nuevos modelos de familia, y que genera un quiebre con los sistemas de valores que la Iglesia y, en particular, los sectores estudiados promueven y defienden. Según una joven entrevistada, “es necesario unirse para luchar por la centralidad de la misa, hay que luchar por eso”. Durante una entrevista en la capilla, el padre Gutiérrez declaró: “Cada día luchamos por manifestarnos y salvar corazones para su redención. Salimos a mostrar la verdadera fe y el amor al cielo. Pedimos al Papa y a la Iglesia que se adhieran a la Tradición. Oramos por aquellos que no quieren recibir a Dios”. Tal como lo ilustra Obregón (2005) al referirse a los sectores tradicionalistas, la congregación se esfuerza por conservar y buscar la restauración de la unidad eclesial a través de la preservación de ciertos aspectos litúrgicos y doctrinales.

En las entrevistas, al consultarles acerca de esto muchos integrantes del grupo, recurrieron a la victimización. Esto se puede ver al observar afirmaciones del tipo “libertad para todos menos para nosotros”; “de afuera nos ven como mucho más cerrados de lo que en realidad somos”; o al comentar que son apodados (por sujetos externos) como “Ned Flanders”24 o “ñoños”. El padre Gutiérrez afirmó que “depende de la fe esta lucha, porque el mundo nos odia y hay que convivir con eso”. Adoptó luego una discursividad religiosa legitimando su moralidad mediante la referencia al “orden natural” (Pino Lucca Trombetta, 2012) diciendo:

La naturaleza del hombre es ser feliz y vivir según la virtud por los sacramentos, que nos alejan del Pecado Original y nos llevan a Dios. Hay que ser feliz en vida por la alegría de estar en gracia y por la catequesis; hasta ser feliz en sacrificios por la unión con Cristo para la salvación de las almas. Necesitamos los sacramentos para alejarnos de las tentaciones que trajo el Pecado Original, por el bien de la familia y para el cielo.25

La marcada oposición al afuera establece quienes son los otros y genera un fuerte sentimiento de pertenencia entre los que integran la Fraternidad. Éste se ve fortalecido por el lenguaje en términos de enfrentamiento y descalificación con una clara postura combativa que busca, como explica Mallimaci (2000), deslegitimar al mundo moderno. Ángeles, en una entrevista que tuvimos una noche en un bar, me comentó que “no queda otra que responder a la Tradición antes que a la estupidez”.26

La Fraternidad lucha contra ciertas cuestiones, tanto en el plano abstracto como en lo concreto. Dos jóvenes utilizan argumentos morales y religiosos para respaldar sus opiniones, mencionando casos específicos: “Hoy nos enfrentamos a abortistas, al matrimonio homosexual, a todo lo malo. Dios lo prohíbe porque está mal”. Al mismo tiempo, el grupo recurre al discurso biológico, aunque a menudo critican y ridiculizan la ciencia (por ejemplo, cuando se discutió la evolución en las clases de doctrina y se argumentó por qué esa teoría no podía ser verdadera). Según José Manuel Morán Faúndes señala que este catolicismo “a través de la producción y utilización de discursos científicos seculares, busca defender y consolidar modelos de sexualidad conservadores” (2012: 167). Esto se observa cuando se les pregunta sobre temas como el matrimonio igualitario, ya que expresan: “En la actualidad, lo del matrimonio gay, bah, matrimonio... Hay cosas que no son relativas, simplemente son así. Esto es inculto, está mal. Esta ley se desvía de lo natural”. Frente a estas instituciones, leyes y grupos (como las abortistas), y ante lo que perciben como debilidades y flaquezas humanas, buscan implementar “instituciones del bien”, ya que consideran que las demás desprecian a Dios y sus leyes. La oposición al otro se justifica en términos biológicos y en relación a la ley divina, y su objetivo es revertirse a través de la conversión, guiando al otro por el camino correcto y alejándolo de la inmoralidad y el desequilibrio de la era moderna.

Quizás uno de los enfrentamientos principales es contra el cuerpo, pues como sostiene Weber “el impulso sexual, que vincula a las criaturas, representa la tentación más intensa” (1922: 470). Fátima apunta que “en cuanto a la carne, uno debe hacerse violencia a sí mismo por los hábitos, por la voluntad. Tener la recta intención para evitar el pecado [...] Lo metódico ayuda”.27 Establecen así una división que contrapone el cuerpo y el alma, lo espiritual y lo material. La mortificación del cuerpo (que puede ser simplemente mediante la inhibición de ciertos impulsos) sirve para elevar el alma pues, como dijo un sacerdote de la Fraternidad, “no es reprimirse salvar el corazón”. En una oportunidad indagué acerca de la flagelación, a lo que la entrevistada aclaró que ella no realizaba esos actos pero que estaba segura de que muchos lo hacían, pues es una forma de sacrificio y ayuda contra las tentaciones.

Weber señala que las “relaciones sociales, el ‘mundo’ en el sentido del lenguaje religioso, representan la tentación [...] por ser el lugar de los placeres sensuales, éticamente irracionales y desviadores de Dios” (1922: 429). Dos de las jóvenes refieren a la necesidad de vencer las tentaciones y en relación con esto, restringen sus relaciones y movimientos en el espacio, “no juntarme con tal, no ir a determinado lugar. Si el otro no me aporta, no me junto más, porque me hace mal, y solo rezo por su alma”,28 dice Lourdes. Su hermana Fátima, por otra parte, comenta que “no hay que ceder, no hay que exponerse por ejemplo yendo a los boliches. Hay que evitar la ocasión de pecado. Tenemos que tener conciencia de lo que se puede hacer”.

En el plano más abstracto, la Fraternidad se enfrenta al estilo de vida materialista predominante en las sociedades modernas, el cual se opone a los valores propuestos por la Tradición. Una de las entrevistadas explicó: “Luchamos contra el error del modernismo, contra el mundo, contra los demás, contra el demonio y contra la carne. En la televisión, revistas y carteles se promueve un estilo de vida materialista en casi todos los ámbitos”. Desde una perspectiva espiritual, el padre Juárez afirmó que luchan “contra una sociedad que se ha olvidado de Dios. El progresismo es inmoral, carece de reglas y leyes, y no tiene una verdadera trascendencia”. Esta idea de tradición se alinea con lo que Mallimaci describe como un catolicismo intransigente, el cual no solo se enfoca en el pasado, sino que, ante la crisis de la modernidad, se presenta como una alternativa de superación. Frente a la propuesta de autonomía de la modernidad, la Iglesia opone la utopía de una sociedad basada en principios cristianos (1996: 87).

Se trata entonces de enfrentarse a aquello que se aleja de la tradición e incentivar lo que se acerca a ella. Discursivamente, los sacerdotes refieren al plano religioso para relatar estas luchas y apuestas, con dificultad para traducir esto a ejemplos concretos. Por su parte, el laicado sitúa su “misión” en el plano secular. Así, mientras que las jóvenes remiten a cuestiones como la sexualidad, sus madres profundizan en lo que al rol de la mujer respecta.

Conclusión

La Fraternidad intenta conservar la “Iglesia de siempre”. En su afán por lograr “vivir según la tradición” es posible explicar su relación con la modernidad por medio del concepto de “ascetismo intramundano” descrito por Weber. Es decir, habitan al mundo al tiempo que se oponen a él. Esto lo hacen a través de una restricción de los ámbitos de la sociabilidad, el cuidado de las formas y el respeto a ciertos parámetros morales, que se traducen en la misa y les permiten fortalecer la adhesión y pertenencia grupal.

Efectivamente, el principal factor que los condujo a entrar en la Tradición es la celebración de la misa tridentina y el respeto por los sacramentos. A través de la selección de actividades y espacios propios, fortalecen los lazos grupales y encuentran a aquellos que “son como ellos” para defender “la verdad” y resistir. Al mismo tiempo, es al confrontarse con los demás y con el mundo exterior que refuerzan su identidad como grupo. Reconocen como características distintivas la separación del estilo de vida moderno, el cuidado de las formas, los valores morales y los ritos tradicionales, incluso diferenciándose de otras facciones conservadoras del catolicismo que no se atreven a dar ese paso. También se distancian de las corrientes modernistas que realizan apostolados centrados en el ser humano y en lo puramente humanitario, ya que consideran que su misa no satisface plenamente. Luchar por preservar la Iglesia de siempre implica concebir lo mundano como hostil, sucio e impuro, renunciando a los placeres que el mundo terrenal ofrece. La modernidad es vista como algo contrario a Dios y antinatural, por lo tanto, además de protegerse de ella, buscan transformar a los demás. La lucha, entonces, se lleva a cabo en este mundo y contra los principios que prevalecen en él.

Ser la Tradición implica apelar a un pasado, y ritualizando lo conciben como bueno y verdadero, promoviendo una moralidad centrada en el cuidado de las formas mediante mecanismos disciplinarios. La Fraternidad posee un doble vínculo con la modernidad y sus valores, siendo que se define contra pero surge en ella, es decir que, para poder existir, la Fraternidad debe poder elegir habitar el hoy desde la Tradición. Los miembros de la congregación transitan dicha tensión buscando afirmarse en esa identidad que construyen día a día a través de sus diversas prácticas, concepciones morales y rituales.

Referencias

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1 Fue anunciado y presidido por Juan XXIII (1958-1963) y continuado por Pablo VI (1963-1978). Su objetivo fue dar respuesta a las necesidades de los tiempos modernos, adaptándose y dialogando con ellos. Buscó promover un mayor desarrollo de la fe, renovar la moral de la vida cristiana, e intentar una aproximación a diferentes corrientes y orientaciones religiosas (sobre todo a las orientales). Contó con la presencia de más de 2400 obispos y superiores de varias congregaciones y órdenes religiosas, así como con la participación de laicos. Fue pensado “como un proceso de aggiornamento, es decir, una puesta al día de los discursos y las prácticas de la Iglesia ante el mundo moderno” (María Bargo, 2014: 18). Oponerse a la tendencia que adoptó la Iglesia tras este evento marca para los integrantes de la Fraternidad una distinción entre un afuera y un adentro.

2 Celebrado entre 1545 y 1563, fue convocado por Pablo III (1534-1549) y finalizado bajo el mandato de Pio IV (1559-1565). Es también conocido como la Contrarreforma, pues buscó responder a las tendencias y propuestas del protestantismo luterano y calvinista. Asimismo, estableció la unidad en el rito (bajo el nombre de misa Tridentina o tradicional) y abolió las celebraciones con variantes locales; determinando varios dogmas, cuestiones disciplinarias y puntos de la doctrina cristiana, señalando las verdades teológicas en las que creer (Giuseppe Alberigo, 1993).

3 Entrevista a Lourdes realizada en su casa en Martínez, 2012.

4 Entrevista a Amparo realizada en la capilla de Martínez, 2010.

5 Entrevista a Lourdes realizada en su casa en Martínez, 2012.

6 Entrevista a Ángeles realizada en un bar de la Ciudad de Buenos Aires, 2012.

7 Para ejemplificar, vale recordar los incidentes ocurridos en noviembre del 2013 en la Catedral Metropolitana, cuando miembros del grupo en cuestión intentaron interrumpir un encuentro interreligioso en conmemoración a la “Noche de los cristales rotos” que se estaba llevando a cabo, porque según su visión ofendía al “dios verdadero”.

8 Entrevista al padre Juárez realizada en la capilla de Martínez, 2012.

9 Entrevista a una de las jóvenes del grupo en su casa en Martínez, 2012.

10 Entrevista al padre Juárez en la capilla de Martínez, 2010.

11 Entrevista al padre Juárez realizada en la capilla de Martínez, 2013.

12 Entrevista a Lourdes realizada en Martínez, 2012.

13 Entrevista a una joven de la Fraternidad realizada en su casa en Martínez, 2012.

14 Entrevista telefónica al padre Juárez, 2013.

15 Entrevista a Lourdes realizada en Martínez, 2012.

16 Entrevista al padre Juárez en la capilla de Martínez, 2010.

17 Entrevista a Ángeles en la Ciudad de Buenos Aires, 2012.

18 Entrevista con uno de los sacerdotes de la Fraternidad en la capilla, 2012.

19 “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17, 14).

20 Entrevista a una de las jóvenes de la congregación en Martínez, 2012.

21 Entrevista a Amparo realizada en la capilla, 2010.

22 Entrevista con el padre Gutiérrez en la capilla de Martínez, 2012.

23 Entrevista telefónica al padre Juárez, 2012.

24 Personaje de la serie televisiva animada estadounidense Los Simpsons, vecino de los protagonistas, fuertemente creyente y devoto.

25 Entrevista al padre Gutiérrez en la capilla, 2012.

26 Entrevista a una joven del grupo realizada en la Ciudad de Buenos Aires, 2012.

27 Entrevista a Fátima llevada a cabo en Martínez, 2012.

28 Entrevista a Lourdes realizada en Martínez, 2012.