Capítulo 17
Laura Benavides
Las formas culturales de comer traspasan la necesidad de satisfacer una demanda biológica y transforman la energía química de los alimentos en una gramática culinaria que se manifiesta en relaciones sociales, tradiciones, prácticas de consumo, estilos de vida, valores, creencias religiosas e ideología. Desde este punto de vista, comer es una acción que excede nuestra necesidad de supervivencia para convertirse en un conglomerado de instituciones, prácticas sociopolíticas, sistemas culturales, medios de comunicación, mercados, empresas e industria a nivel local y mundial.
Teniendo en cuenta el complejo entramado que implica la comensalidad como fenómeno sociocultural, el presente artículo describe las experiencias y las prácticas de consumo que atraviesan un colectivo que trasgrede las lógicas predominantes: veganos y veganas.
El veganismo se presenta actualmente a nivel mundial y local como un fenómeno social en acelerado crecimiento, observable en el incremento de ofertas de productos veganos y la proliferación de información en diversos espacios de consumo y medios de comunicación.
La Argentina, un país con una marcada tendencia al consumo de carne vacuna, una tradición carnista1 y una gran comercialización de productos derivados de la industria ganadera, es un territorio que se presenta complejo y con grandes desafíos a sortear por quienes deciden sostener prácticas socioalimentarias por fuera del dominio histórico y cultural de la carne. Nos preguntamos, entonces, cómo lo hacen y cuáles son las principales tensiones y los cambios a los que se enfrentan.
El objetivo de este artículo es describir los principales análisis de ¿Cómo sobrevivir en el país del asado? Un recorrido sobre las interacciones y prácticas de consumo de veganos y veganas en el Área Metropolitana de Buenos Aires (2021).2 El mencionado trabajo articula la mirada de distintos actores sociales en torno al veganismo, tomando en cuenta primordialmente la perspectiva de veganos/as, pero también se desarrolla un análisis que rescata las experiencias con licenciados/as en nutrición y médicos/as especialistas en nutrición, y el posicionamiento del Estado nacional a través del análisis de los distintos documentos de difusión y propaganda en torno a lo considerado alimentación saludable.
Para esta presentación, si bien la perspectiva trabajada en la tesina es pluridimensional, se retoman los resultados obtenidos principalmente de las experiencias personales de veganos/as, las cuales surgen de la realización de veinte entrevistas semiestructuradas realizadas en el año 2020.
El veganismo irrumpe en la escena social en lo que en términos de Becker (2009) implica una desviación e infracción de las normas acordadas socialmente, e impacta en la relación y reacción frente a los otros. Los/as veganos/as desarrollan prácticas que involucran “comportamientos regidos por reglas diferentes a las establecidas, y atentan contra las normas morales convencionales, las instituciones y el mundo de las convenciones en general” (Becker, 2009: 58). Para analizar cómo se desarrolla esta carrera hacia al veganismo, el primer paso es conocer cuáles son las motivaciones para tomar esta decisión. El término motivación se aplica en sentido estricto en referencia a los actores individuales, y desde este punto de vista la acción es motivada y tiene sentido cuando responde a los intereses y metas individuales del individuo (Parsons, 1968).
En respuesta a este interrogante, el respeto por los animales como seres sintientes/sufrientes es el principal motivo para ser vegano/a. El sufrimiento de los animales destinados al consumo humano representa una especie de revelación de la que hasta el momento “no habían sido plenamente conscientes”. Expresiones tales como “me di cuenta de que estaba mal” son las más recurrentes, y se presentan como una suerte de correr el velo, frente a algo que permanecía hasta el momento, oculto.
El modo de invisibilizar al animal como ser sintiente/sufriente es posible gracias a dos mecanismos que construyen lógicas socioculturales adquiridas: el especismo y la cosificación. El especismo es una forma de discriminación basada en la pertenencia a una especie, mediante la cual se establece una jerarquía moral que imparte que algunas especies son superiores. El especismo explica Méndez (2016) es la ideología naturalizada y enquistada que estructura el funcionamiento sociocultural de gran parte de los hechos sociales relacionados con nuestras formas de consumo de vestimentas, productos cosméticos, alimentos, producción industrial y legitima los modos de actuar y pensar del conjunto social. Esta ideología se instala en el imaginario social de nuestras sociedades mediante la socialización de los primeros años de vida, dominando en gran parte las lógicas de consumo y las prácticas sociales que nos rodean. En ellas lo que se aprehende es que los animales de granja son productos/cosas para todo tipo de consumo legítimo humano, y se reproducen lógicas de para su explotación y comercialización.
Por otro lado, existe un proceso de cosificación social que consiste en percibir naturalmente a los animales como cosas. Pensarlas como seres sintientes no es algo habitual para las personas que se alimentan regularmente con carne. La cosificación incluye, por un lado, las lógicas de lenguaje que nombra a los animales como objetos (medibles en kilos, cortes, o bajo el nombre de alimentos ultra procesados. Así los animales pasan a llamarse un kilo de vacío o salchichas, por ejemplo), y por el otro lado, la propia legislación, dado que la ley considera a los animales como cosas o propiedades. Las personas que se inician en el veganismo inician un camino de desaprender estas lógicas, y manifiestan haber tomado conciencia a raíz de ver un vídeo que exhibía el funcionamiento y trato de los animales en la industria ganadera. Tal es el caso de Matías (34 años).
Una persona que conozco solía publicar videos donde se mostraba lo que pasa en mataderos y criaderos. Viendo estos videos, en algún momento, tuve un cambio en la cabeza con el que ya no pude ver como algo normal el consumo de los productos de origen animal.
En menor medida, mencionan la influencia de un amigo/a o conocido/a que practicaba el veganismo. La figura de ese actor “experimentado” logra surgir influencia psíquica y emocional de manera personal para motivar la transformación. Así lo ilustra el caso de Marisa (36 años), que respondió: “Yo empecé por mi mejor amiga, que me venía contando lo bien que se sentía y hablando sobre maltrato animal, y me convenció”.
El promedio de años de experiencia transitando el veganismo de los entrevistados es de siete años y medio, y a la hora de describir cómo vivenciaron los inicios de esa trayectoria las respuestas coinciden mayoritariamente: la transición fue gradual, desde una dieta omnívora a una vegetariana, y luego de una vegetariana a una vegana.
La gradualidad en el proceso de transición está relacionada con la necesidad de aprender una variedad de prácticas de consumo y con el modo de preparación de los platos clásicos culturalmente aprehendidos. La iniciación al veganismo implica redescubrir lo conocido de un modo diferente, y la gradualidad está relacionada con el tiempo que requiere adquirir conocimientos de cocina, nutrición y en la dificultad de encontrar dónde comprar productos veganos, por “falta de experiencia”. La mayor dificultad reside en quesos y embutidos, dado que son un gusto personal “difícil de abandonar”.
Otro patrón común de la gradualidad en la transición es el abandono primero de las carnes rojas, luego las blancas y, por último, el pescado. En este sentido, cabe destacar la relevancia en la sociedad argentina que tiene particularmente la carne roja, que en nuestro país se refiere principalmente al consumo de carne vacuna. Los argentinos son los mayores consumidores de carne vacuna del mundo: cada año se faenan quince millones de animales, y el 85% se consume en las mesas familiares (Barruti, 2013). La carne de vaca no solo es la más consumida, sino que forma parte de un conjunto de representaciones sociales, de un proceso histórico, cultural y parte de un conjunto de tradiciones que cala profundamente en nuestra sociedad. La vaca implica, como describe Becerra,
ícono, logotipo, alegoría nacional, fetiche de argentinidad: en el imaginario, la vaca es carne para la nutrición, leche para el lactante, queso para el sibarita y silla BKF de cuero; cinturón, billetera reforzada, mocasín y tapizado argentino de auto importado para el estanciero. (2007: 8)
Dejar de consumir carne de vaca no supone solamente abandonar un alimento, sino que también implica un proceso de desidentificación con el sistema cultural y social.
En el proceso de cambio una minoría de los entrevistados sostiene que durante un tiempo fueron “carnívoros sociales”, es decir, que sostenían el veganismo a excepción de cuando participan en eventos, y algunos de ellos manifestaran que tenían retrocesos involuntarios porque “alguien me servía algo que tenía huevo o queso por error”.
En la transición al veganismo las primeras reacciones del entorno cercano son mayormente negativas, especialmente la familia. En este aspecto, ser vegano/a implica modificaciones en sus formas de relacionarse con los demás y altera sus interacciones.
En relación con las tensiones surgidas con la familia, los entrevistados expresan preocupaciones por la salud, la posible pérdida de peso y la imposibilidad de adquirir los nutrientes vitales tales como proteínas o hierro. En este ámbito, aparecen sentimientos de enojo, dado que en primera instancia se sienten interpelados en lo personal o en sus costumbres. Así lo ejemplifica Marisa (36 años):
Toda la gente que se enteraba me decía que me iban a faltar proteínas, calcio hierro, etc. También al explicarles los motivos de mi cambio solían enojarse y hablar de manera agresiva. Supongo que se sentían atacados al decirles que me parecía que estaba mal algo que ellos hacían cotidianamente.
En este sentido, el enojo aparece como un mecanismo de defensa frente a la interpretación simbólica que el especismo construyó en los modos en los que percibimos el uso instrumental y material de los animales que consideramos destinados a la explotación humana. El veganismo irrumpe con ese sistema de interpretación social aprehendido desde la infancia y funciona como un embate contra un sistema de interpretación no solo de lo alimenticio, sino de un modo de ver la vida, por lo cual, enfrentar ese punto de vista es usualmente, combatir con los otros, ir en contra de la sociedad. Ana (42 años) expresó:
Al principio me costó con mi familia, lo único que intentaban era que consuma carnes, porque decían que, si no, me iba a morir…, como que era una falta de respeto, o que yo quería sobresalir y llamar la atención.
La comida familiar es un evento social fundamental para muchas personas. Implica compartir en compañía mucho más que nutrientes. Patiño (2010) sostiene que en la comida familiar se ven implicadas diferencias de género, influencias generacionales, la naturaleza del trabajo dada su preparación, lo aprendido culturalmente y las creencias socioculturales respecto de lo que significa alimentarse.
A su vez, Aguirre (2010) añade la idea de que la comensalidad es un sector de lo familiar, y que real o simbólica es patrimonio de la familia, por lo cual es esperable que el cambio social que implica ser vegano/a en un hogar en el cual se consumen animales sea el foco más fuerte de tensión con respecto a otras instancias de sociabilización de la vida cotidiana.
La gran mayoría de los entrevistados asume haber recibido algún tipo de agresión o burlas, tales como “ser vegano es ridículo”, “es incoherente”. En este sentido la burla actúa al igual que el enojo como otro mecanismo de defensa social frente a lo que viene a interpelar un entramado simbólico social y cultural de lo preestablecido.
Por otro lado, hacerse veganos/as también impacta en la identidad social y puede causar una gran sorpresa en su entorno. Tal es el caso de Nahuel (42 años), que dijo: “Nadie podía creerlo, dado que yo era el que siempre hacia el asado”. Allí el rol del asador, identidad con la que era reconocido por su grupo de amigos, fue remplazada por la de un nuevo defensor del veganismo. Este factor tiene un peso considerable en una cultura alimentaria local muy carnívora en que las personas “priorizan el placer personal asociado al consumo de carne roja y el social, ligado a compartir determinados platos, especialmente en el ritual del asado” (Freidin, 2016). En otros casos esta nueva identidad social impacta en otras actividades compartidas con amigos, como es el caso de Nelson (48 años): “Dejé de usar ropa y accesorios de cuero que me encantaban, y dejé de ir a pescar con amigos, siendo fanático de la pesca, lo que me costó unas cuantas cargadas”.
La transición al veganismo implica adquirir conocimientos relacionados con el ámbito de la salud, las formas de cocinar y de las prácticas de consumo. Las fuentes de información, consulta y aprendizaje para transformarse en vegano son para la amplia mayoría Internet y redes sociales. En segundo lugar, amigos o conocidos veganos y en menor medida estudios científicos y “fuentes serias”. Solo dos entrevistados consultaron a un nutricionista con distintas experiencias. Por un lado, el caso de una mujer manifestó haber consultado a una nutricionista idónea en el tema con buenos resultados, y en el otro caso haber concurrido a una nutricionista no especializada, atravesando una experiencia negativa, como expresó en una entrevistada:
También fui a varias nutricionistas, pero ninguna supo guiarme y armar una dieta acorde. No me decían más de lo que yo ya sabía, y siempre me cuestionaban y trataban de hacerme consumir huevo o yogurt. Obviamente jamás volví a ver a una nutricionista, estaba enojada. (Luciana, 32 años)
Las entrevistas muestran que la mayoría decidió ser ellos mismos quienes confeccionan su plan alimenticio, el cual consideran variado y completo y aseguran que tienen la suficiente información para alimentarse adecuadamente. En este sentido, es posible pensar que en lo referente al sostenimiento y cuidado de la salud desarrollan estrategias de autoatención para aprender y conservar formas alternativas de augurar su buen estado general. Por autoatención se refiere a un proceso grupal y social que implica las “representaciones y prácticas que la población utiliza a nivel de sujeto y grupo social para diagnosticar, explicar, atender, controlar, aliviar, aguantar, curar, solucionar o prevenir los procesos que afectan su salud en términos reales o imaginarios, sin la intervención central, directa e intencional de curadores profesionales, aun cuando estos pueden ser la referencia de la actividad” (Menéndez, 2003: 198). Algunas de las expresiones dan cuenta de esto:
Los nutricionistas no te hablan de ningún alimento de los que más consumimos nosotros, solo te arman planes con lo mismo que les dicen a todos. Yo prefiero hacer la mía e investigar por otro lado. (Luciana, 32 años)
Los/as veganos/as que acudieron a nutricionistas, rescataron la necesidad de que el profesional sea especializado en veganismo para no frustrarse y comentaron que afortunadamente, cada vez hay más profesionales idóneos en el tema. Con respecto a las consultas con otros profesionales de la salud, la gran mayoría acude a médicos clínicos solo porque necesitan las órdenes médicas para realizar sus chequeos de sangre, pero creen que dichas experiencias no son positivas, dado que no pueden ser utilizadas para obtener un acompañamiento idóneo. En muchos casos expresan la necesidad ser ellos mismos quienes piden específicamente la inclusión de ciertos nutrientes potencialmente críticos en una alimentación vegana deficiente. La información con la que cuentan como pacientes, también fue utilizada en algunas ocasiones para “defenderse” en sus propios términos, frente a los profesionales. En este sentido la información con la que acuden estos pacientes a una consulta clínica o de nutrición lo convierte en lo que Jovell (2006) denomina paciente activo o informado. El concepto está vinculado al empoderamiento y lo define como pacientes que tienen el conocimiento y las habilidades necesarias para
hacerse responsables de su salud, establecer un modelo deliberativo de relación con los profesionales que les atienden y, por lo tanto, definen objetivos terapéuticos y adoptan de forma compartida con sus médicos las decisiones que les permiten asumir esos objetivos. (Jovell, 2006: 234).
Algunas de las respuestas que ilustran estas experiencias fueron:
La experiencia con los médicos y nutricionistas fue muy mala. Siempre me tenía que estar defendiendo o dando explicaciones y no me servían para nada. (Matías, 34 años)
Los médicos clínicos a los que les pido un análisis de sangre no incluyen nutrientes críticos que necesito saber cómo estoy y siempre me cuestionan porque no como carne y termino dando explicaciones sin que me ayuden en nada. (Florencia, 24 años)
Para continuar reflexionando en torno a estas experiencias, es importante destacar que el veganismo ha sido avalado como saludable por diversos organismos oficiales, y que la postura de la comunidad científica logró un acuerdo a su favor. La Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), una asociación civil sin fines de lucro que reúne a más de novecientos socios entre médicos, nutricionistas, licenciados en nutrición, bioquímicos y técnicos en alimentos, con el objeto de difundir, mantener y promover el conocimiento científico de temas relacionados con el área, afirma: “Las dietas vegetarianas adecuadamente planificadas, incluidas las dietas totalmente vegetarianas o veganas, son saludables y nutricionalmente adecuadas en todas las etapas de la vida”.3
Pese a la postura oficial actual de la comunidad científica, las entrevistas reflejan que las prácticas en consultorio no siempre acuerdan con sus premisas. Esto nos permite pensar futuras preguntas: cuáles son los factores que inciden para que estos profesionales no acepten dicho consenso frente a pacientes veganos/as.
El proceso de cambio hacia el veganismo implica aprender distintas formas de cocinar, comprar, preparar, combinar alimentos y consumirlos. Entre los aprendizajes más destacados, se encuentran la necesidad de conocer cuáles son los aportes nutricionales de los diversos alimentos de origen vegetal y la necesidad de informase sobre el rotulado en las etiquetas de los productos comerciales, para evitar consumir aquellos que estén realizados con derivados de animales. La necesidad que surge de obtener información acerca de cómo obtener nutrientes de origen vegetal, es una expresión de la nutricionalización de la alimentación como consecuencia de la perspectiva biomédica, mediante la cual veganos/as buscan alternativas al discurso dominante. La nutricionalización se “corresponde con la difusión de los conocimientos nutricionales en el cuerpo social a través de diferentes agentes: prensa, televisión, campañas de educación para la salud” (López Torres, 2020).
Con respecto a esto se encontraron respuestas como la de Matías:
Tuve que aprender a cocinar, y leer etiquetas, empezar a ver que estaba consumiendo. Acá, en la Argentina, el rotulado es malísimo, porque ponen INS más números, y nunca terminas sabiendo qué compras. (Matías, 34 años)
Aprender a cocinar y a reemplazar los ingredientes de origen animal por productos de origen vegetal en platos clásicos es uno de los desafíos iniciales. La necesidad de acoplarse a la cultura gastronómica local y las costumbres familiares con platos tradicionales han revelado la importancia que el impacto en sus tradiciones y hábitos sea el menor posible. La transición se transforma así en un proceso más sencillo en términos de adaptación personal, pero también en relación con la integración con el entorno. La nueva lista de alimentos que debieron aprender a incorporar del mundo vegetal debió transformarse en platos visibles que cumplan con las categorías de la propia cultura, el único modo de que un tipo de alimentación verdaderamente humano pueda denominarse comida, debe tener la capacidad de adoptar una forma compresible para el grupo que la recibe (Aguirre, 2010). En este punto es posible observar cómo las lógicas de consumo “ponen de manifiesto que alimentarse no solo es un acto nutricional y ético, sino también una práctica de disfrute y una ocasión social moldeada por la cultura gastronómica dominante” (Freidin, 2016: 534).
La gran mayoría expresa que, frente al cambio, aprendió a cocinar y comer mejor. La especial atención puesta en adquirir información sobre el aporte de nutrientes en los distintos alimentos los ubica frente “a mejores elecciones y más saludables”, y mencionan en reiterados casos que antes de ser veganos no sabían bien que comían.
El interés en reemplazar lácteos y huevos ha sido para la mayoría el desafío más difícil de encarar hasta que se obtuvieron la información necesaria para hacerlo exitosamente. Entre los alimentos o suplementos que, manifiestan, “descubrieron” se mencionaron los siguientes: legumbres, frutos secos, cereales, semillas, tofu, algas, seitán, la vitamina B12, el aumento de productos integrales, quinua, mijo, miso, la levadura de cerveza nutricional4 y distintas formas de consumo de soja. A esta lista se suman la idea de haber ampliado el consumo y variedad de futas y verduras, un mayor disfrute de los sabores de las comidas y la posibilidad de utilizar un mismo alimento para una gran variedad de preparaciones. Es llamativo que la lista de nuevos alimentos no incluye marcas ni productos industrializados. Todos corresponden a alimentos naturales5 que son mínimamente procesados o cocinados en diversos platos por los consumidores. La particularidad de señalar este aspecto es que la era actual está marcada por una globalización alimentaria basada en la industrialización de la gran mayoría de los alimentos que se consumen a gran escala. La alimentación industrial ha cambiado el concepto mismo de lo que se consideró alimento, en principio irrumpiendo en sus factores dominantes de alimento fresco a industrial, que ha sido producido y procesado mecánicamente, por un producto que será conservado, transportado y comercializado a través de publicidades engañosas (Aguirre, 2010). En la oferta de productos industrializados para consumo masivo la presencia de productos veganos ha sido expresada en las entrevistas como muy escasa, por lo cual, el vuelco hacia los alimentos naturales ha sido un camino obligado de aprendizaje para ser vegano/a.
¿Qué sucede cuando un vegano/a integra sus prácticas de consumo en eventos sociales, lugares de trabajo, en la calle, en sitios de consumo masivo por donde circulan e interactúan diariamente?
En relación con “salir de casa”, la mayoría dice que “lleva su tupper”6 o vianda, es decir, preparan su comida y la trasladan a cumpleaños, sitios de trabajo o viajan con ella a realizar diligencias. Varios manifiestan que esta es también una ocasión para compartir su estilo de vida, desarraigar prejuicios, darle de probar a otros y así concientizar. Llevar su propia comida y compartirla representa la posibilidad de poder comer fuera de casa, pero también una posibilidad de dar a conocer lo que come. La comensalidad representa, de este modo, una oportunidad para trasmitir el veganismo. En este sentido, Aguirre afirma:
El comer para los humanos es un proceso complejo que trasciende al comensal, lo sitúa en un tiempo, en una geografía y en una historia con otros, compartiendo, transformando y transmitiendo –real o simbólicamente– aquello que llama comida y los porqués que lo hacen comerla. (2010: 13)
El resto de las personas entrevistadas comentan que en algunos casos dependiendo del lugar al que concurran “van comidos de antes” para asegurarse que no van a pasar hambre, y en el menor de las ocasiones les preparan algo acorde.
Los veganos/as expresan que, cuando asisten a eventos sociales y prueban su comida o pueden explicar su punto de vista, se muestran curiosos y que al socializar lo que comen, logran mayor aceptación que la que tienen hablando de veganismo. Pese a esto la mayoría dice que muchas veces se sienten incómodos o son objeto de burla: “Hago la mía, y al principio para la gente es chocante y lo toman como algo snob y hacen cargadas”. Otros manifiestan que sienten mayor empatía con grupos de mujeres y que las burlas se generan más entre varones donde el ritual del asado, el fútbol y la masculinidad son más fuertes. Esta idea retoma lo que Adams (2016) postula en relación con el consumo de carne como parte de la performatividad masculina, mientras que las ensaladas o vegetales se identifican con una expresión afeminada, debilitada, frágil, y, por el contrario, consumir cortes de carne demuestra fuerza, seguridad y virilidad, características que permiten a los hombres conservar el poder y el edificio del privilegio masculino. Los hombres que deciden abstenerse de comer carne tienden a veces a ser tratados como menos masculinos, menos fuertes e incluso menos sexuales.
Las tensiones se generan siempre con relación a la comida, sin impactar en otras prácticas relacionadas con la ropa, la cosmética, el repudio a espectáculos con animales o argumentos medioambientales, áreas en las que encuentran más consenso. El foco de conflicto se disputa en el terreno de lo gastronómico. Esta tensión puesta en los alimentos en sí mismos, puede ser analizada en torno a lo que describe Freidin (2016) acerca de las prácticas alimentarias, en las cuales intervienen otras prioridades como los costos, la comodidad, la estética, el placer y la sociabilidad. Es fácil por lo tanto advertir que en este terreno surjan la mayor cantidad de disputas sociales.
En la vía pública los/as veganos/as comentan encontrar algunas pocas opciones veganas en un bar o kiosco y la gran mayoría manifiesta que notan un aumento en la cantidad de opciones veganas en relación con cuando se iniciaron. Esta observación va en el mismo sentido que lo que asegura la Secretaría de Agroindustria del Ministerio de Producción y Trabajo que expresa “un aumento en las tendencias de consumo de productos veganos y vegetarianos los últimos cinco años, el número de negocios vegetarianos o veganos se ha duplicado. Actualmente es factible hallar restaurantes e incluso parrillas vegetarianas, y también se han multiplicado los locales de expendio conocidos como dietéticas, en los que se puede encontrar todo tipo de productos vegetarianos tanto en estado natural, como en alimentos elaborados”.7
Los veganos y veganas también tienen sus nichos veganos, tales como ferias, eventos, restaurantes, emprendedores o deliveries. Las ferias representan un gran interés para los/as entrevistados/as, que manifiestan encontrar allí no solo comida, sino también textiles, cosmética e higiene. Los eventos y ferias son un espacio donde manifiestan que se pueden “relacionar con gente que tiene mis mismos valores y luchan por lo mismo”, además de poder poner allí en prácticas de consumo, son también, ocasiones de prácticas ideológicas.
Los restaurantes exclusivamente veganos constituyen la segunda tendencia más marcada, seguidos de la búsqueda de emprendedores independientes dedicados al rubro. Por último, se mencionan las dietéticas y eventos culturales que fomenten el estilo de vida vegano. Al igual que refirieron en algunas respuestas, la gran mayoría concuerda en que la oferta general ha ido aumentando en los últimos años.
Carmona (2017) estudia el cambio sociológico desde el punto de vista empresarial del veganismo, y afirma que los veganos eran vistos como una comunidad, pero en el momento que han sido vistos como una rentables han incluido cosas como la etiqueta de vegano, veggie o apto vegano. Esta inclusión, según afirma, posee un aspecto positivo, que es del normalizar el término, pero existe también el peligro de que veganismo tienda a ser mercantilizado y que sea absorbido por el capitalismo, lo que podría derivar en que se neutralice como lucha ética y deje de ser resistencia frente al especismo. ¿Qué está pasando en nuestro país en relación con la inclusión de productos veganos en los grandes centros de distribución y comercialización de productos alimentarios?
En la Argentina, los hipermercados8 o supermercados empezaron a ofrecer especialmente en el último año productos etiquetados como veganos, en góndolas donde tradicionalmente se ofrecían productos cárnicos o derivados de animal. Esta es una circunstancia reciente en nuestro país y día a día se observa cómo los espacios ocupados tradicionalmente por la industria láctea o ganadera empiezan a convivir con bebidas y hamburguesas vegetales, en un mosaico que ofrece al consumidor una oferta alternativa a la de origen animal. Una de las empresas pioneras en incorporar este tipo de productos de origen vegetal en los hipermercados es “Vegetalex” (sus productos no poseen la etiqueta de veganos y poseen entre ellos alguno que no lo son), cuyo nombre completo es Proteínas Argentinas S.A. Fundada en 1973, dedicó su trayectoria inicialmente a la producción de alimentos con soja (primera empresa elaboradora de milanesas de soja desde 1986) y productos de origen vegetal, y es parte de la oferta de consumo hace varias décadas. Otro notable desembarco fue en agosto del 2019, cuando arribó a nuestro país la empresa Not Company (NotCo), proveniente de Chile, la cual aplica algoritmos e inteligencia artificial a la producción de alimentos de origen únicamente vegetal y empezó a operar en el país con su producto NotMayo (una mayonesa realizada íntegramente sin productos derivados animal) y que sumó a lo largo del 2020 a su lista hamburguesas, helados y una bebida vegetal (que emula indirectamente a la leche) la cual denomina NotMilk. Un caso –quizá el más llamativo– es la marca emblemática en la Argentina que históricamente ha vendido productos lácteos (su slogan es la verdad láctea), llamada La Serenísima. La empresa fundada en el año 1929, destacada por la oferta de quesos, leche, yogurt, ricota, dulce de leche, manteca, entre otros productos del rubro, ha colocado en septiembre del 2020 en el mercado dos bebidas vegetales que salen a competir con la marca francesa Danone (quienes ofrecen una bebida de almendras que se llama Silk), con Coca-Cola (con su producto AdeS) y con la NotCo (NotMilk), realizadas con almendras y arroz, cuyo envase anuncia apto vegano. Este grupo de empresas constituyen la oferta masiva más fuerte en el rubro que viene en crecimiento en el último tiempo. Si bien existen otras ofertas veganas en el mercado, estas multinacionales han puesto el ojo en el incremento de consumidores y han copado los grandes hipermercados del país, donde la oferta es destinada al consumo masivo.
Actualmente, a lo largo del mundo influyentes empresas e inversionistas dedican gran parte de sus negocios a las carnes vegetales y productos que reemplazan las versiones clásicas por las renovadas de origen vegetal y es posible hallar numerosos ejemplos en los últimos años.
La realidad en las góndolas está manifestando un cambio acelerado en la inclusión de productos veganos, y mientras que activistas afirman el futuro es vegano, al parecer, las empresas ya tomaron nota de ello.
El veganismo en la actualidad se encuentra en un acelerado crecimiento palpable en la realidad cotidiana: la oferta gastronómica, los productos de consumo masivo, los debates presentes en los medios de comunicación y la gran cantidad de personas que deciden inclinarse hacia las filas del vegetarianismo o el veganismo son manifestaciones del continuo ascenso de su popularidad. En el análisis propuesto por este artículo se desprende que el principal motivo para ser vegano/a es un principio ético basado en el respeto animal, pero de manera colateral el veganismo encuentra puntos a favor en sus seguidores en torno a las posibilidades de reducir el impacto medio ambiental reduciendo los gases de efecto invernadero, el uso de suelo y del agua, la promoción de una alimentación más variada que impacta favorablemente en su salud. La práctica del veganismo es una decisión personal que nace con el propósito de repudiar las distintas formas de violencia que se ejercen sobre los animales, especialmente aquellos destinados a consumo humano, pero es un camino individual que implica interactuar e integrarse en un sistema cultural y social dominado por el especismo, lo cual transforma al vegano/a en términos de Bécker (2009) en un sujeto desviado, que comete una infracción de las normas socialmente acordadas. El grupo social donde mayor tensión presenta ser vegano/a es en el seno familiar, es allí donde se atenta con una nueva forma de plantear la comensalidad alterando un sistema de valores que interpela las prácticas, rituales, roles y formas de existencia de la propia familia. La comensalidad es un sector de lo familiar (Aguirre, 2010) que entra en tensión cuando los comensales no comparten los mismos preceptos morales de aquello que evocan real o simbólicamente sus platos. En menor medida el veganismo impacta en el grupo de amigos, el trabajo, las salidas a eventos, la concurrencia a restaurantes y la compra de alimentos, debiendo encontrar distintos recursos para afrontar estas instancias de la vida social. Asimismo, el cambio de alimentación modifica su “identidad social” en diversos escenarios, afectando su vida diaria y personal (Goffman, 2006). Los veganos/as manifiestan que en reiteradas ocasiones son vistos por parte de la sociedad como una persona enferma o débil, otros poseen la idea de que el veganismo atenta contra la masculinidad, y en ocasiones son vistos como seguidores de una moda, fanáticos o fundamentalistas. El gusto en materia alimenticia se presenta como inseparable de otras dimensiones sociales, y se relaciona con la idea que las personas se hacen del cuerpo Bourdieu (1998), generando este tipo de imaginarios acerca de lo que un cuerpo vegano es o podría ser. Entre otras dificultades que surgen aparece la necesidad de aprender nuevas formas de cocinar, de recrear los platos tradicionales en versión vegana, de comprar, de alimentarse correctamente, la de encontrar sitios u ofertas de consumo diario y las de hallar con un médico o profesional especializado en veganismo que acompañe de manera idónea y respetuosa.
Por último, con relación a la oferta de productos veganos las grandes (y nuevas) marcas compiten entre sí para acaparar este nuevo nicho de consumidores en ascenso, y se incrementó la cantidad y variedad de opciones veganas en general. Esta situación que manifiesta una democratización en la accesibilidad a estos productos para sus consumidores, pero como expresa Carmona (2017), presenta a su vez un desafío ideológico: la masificación de productos veganos podría naturalizar la lucha ética en pos de la defensa de los animales, motivación principal para ser vegano/a, siendo absorbido el veganismo como un modo más de alimentarse en las góndolas.
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1 El término carnismo fue acuñado por la psicóloga estadounidense Melanie Joy para referirse al sistema de creencias que engloba a las personas que se alimentan de productos de origen animal. El concepto “consumidor/a de carne” no es suficiente, dado que tal concepto inhibe el hecho de que las personas que consumen carne están influenciadas por un conjunto de ideas específicos, como así también los términos carnívora/o y omnívora/o “describen situaciones biológicas, no opciones filosóficas personales”.
2 Tesina de grado realizada para obtener el título de Licenciada en Sociología.
3 Sociedad Argentina de Nutrición (2014). Posición de la SAN sobre alimentación vegetariana, Recuperado de http://www.sanutricion.org.ar/files/upload/files/Posicion_SAN_consensuada_GTA_Alimentacion_vegetariana.pdf
4 La levadura de cerveza es un producto derivado de la fermentación de cereales. Se comercializa como suplemento nutricional.
5 Alimentos naturales (no procesados) de origen vegetal o animal. Una condición es que estos alimentos no contengan otras substancias añadidas como son: azúcar, sal, grasas, edulcorantes o aditivos.
6 La expresión “tupper” hace alusión a un etilo de recipientes con tapa plásticos de la marca “Tupperware.
7 Secretaría de Agro Industria, Ministerio de Producción y Trabajo (s.f). Tendencias de consumo, http://www.alimentosargentinos.gob.ar/HomeAlimentos/Nutricion/tendencias_consumo.php
8 Establecimiento de autoservicio donde se venden productos al por menor, y cuya superficie es superior a los 2500 metros cuadrados.