Federico del Castillo y José Garriga Zucal
Una pregunta ordena una buena parte de nuestras investigaciones en los últimos tiempos: ¿Cómo trabaja la policía en un espacio segregado por la pobreza? Para acercarnos a este interrogante, en este trabajo, tomamos dos caminos. Primero, limitamos la pregunta al Área Reconquista. Segundo, la situamos temporalmente ubicándola dentro del período de la pandemia. Con este objetivo analizaremos, desde el punto de vista policial, las estrategias de policiamiento en el Área Reconquista –partido de San Martín– durante la crisis sanitaria.
Los policías sostienen que trabajar en esta zona es diferente a hacerlo en otros lugares. En nuestro texto bucearemos en estas diferencias describiendo las representaciones de policías bonaerenses sobre esta área segregada de San Martín. Relevaremos qué descripciones construyen sobre los territorios del área reconquista y sus residentes y cómo se relacionan con ellos. Nos interesa, después, analizar cómo nuestros informantes creen que impactó la pandemia en su trabajo y en sus relaciones con vecinos. Luego, analizaremos qué estrategias desplegaron durante la pandemia para garantizar el ASPO y administrar el delito; es decir, cómo dicen las y los policías que deben intervenir en estos territorios. Finalizamos reflexionando sobre las formas de policiamiento en los espacios segregados, interrogándonos de qué manera las formas diferenciales de actuar contribuyen o no a la segregación espacial.
Proponemos, entonces, una doble contribución a las discusiones sobre el accionar de las fuerzas de seguridad en los espacios segregados. Por un lado, nos interesa ahondar en la selectividad del trabajo policial. Birkbeck y Gabaldon (2002), en un texto ya clásico, afirmaban que ciertos usos de la fuerza estaban orientados para con los sujetos que no podían establecer reclamos ante la justicia, o cuyos reclamos no serían creíbles. En línea con ello y vinculado a la cuestión territorial, Pita (2019) menciona que las formas de segregación espacial hacen posible una distribución desigual de las violencias policiales. Nos interesa pensar desde la óptica policial su trabajo en estos territorios.
Por otro lado, deseamos adentrarnos en un debate reciente sobre el rol de las fuerzas de seguridad en la pandemia. En el transcurso de la pandemia una discusión atravesó el mundo de las investigaciones sobre policías en la Argentina: ¿el trabajo policial es una tarea de cuidado? En esta línea, Sirimarco (2021) se pregunta si las policías realizan tareas de cuidado. O más precisamente, qué quiere decir “cuidar” cuando hablamos del trabajo policial, en particular durante la pandemia. El interrogante por el cuidado supera en su profundidad los tiempos pandémicos, ya que el nodo de la reflexión tiene que ver con el trabajo policial en general. Pero aquí queremos llevar esta discusión conceptual al territorio: nos preguntamos qué significó “cuidar” para los policías que trabajaron en el área Reconquista durante la pandemia, y a qué otras prácticas estuvieron asociadas las que definen como tareas de cuidado.
Con el objeto de contribuir a estos debates analizaremos las entrevistas que realizamos a policías que trabajan en el Área reconquista: miembros de la UTOI (Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas. fuerza especial de la policía bonaerense), y también policías encargados del patrullaje. Nos apoyaremos, además, en datos construidos durante entrevistas realizadas con vecinos y vecinas para interrogar la mirada vecinal sobre el trabajo policial.
¿Cómo representan estos policías a los espacios segregados por la pobreza y a sus residentes? ¿Cómo se relacionan con ellos? Deseamos iniciar nuestro recorrido analizando las representaciones de los policías sobre vecinos, vecinas y barrios. Decíamos que nuestro objetivo central es responder cómo trabaja la policía en un espacio segregado por la pobreza y creemos que para poder abordar este eje primero debemos analizar cómo perciben estos espacios.
Los policías entrevistados comparten una representación imaginaria de los vecinos del área Reconquista que los divide en tres tipos: a) Los honestos que buscan salir adelante trabajando; b) Los que delinquen porque es fácil y después caen en la droga; c) Y los delincuentes que roban porque tiene una familia que mantener y debe hacer algo para sustentar a la familia. El que roba por una causa noble.
La representación policial del Área Reconquista es una representación moral que encuentra correspondencias con otros espacios segregados de Buenos Aires. Una representación que los degrada socialmente, estigmatizándolos y ligándolos a la delincuencia. Así, la villa, los espacios segregados por la pobreza, son territorios delictivos. Aguantaderos. Un rasgo común en el punto de vista policial que no es exclusivo del área reconquista, pero que aquí claramente estructura la percepción policial sobre el lazo territorio-delito.
Muchos de nuestros entrevistados policías refieren que durante los fines de semana intervienen en disputas familiares o entre vecinos originadas por el abuso de alcohol y/o drogas. Se desconocen, repiten. Desconocerse encarna el acto del abuso y la pérdida de límites. En efecto, los policías entrevistados sostienen que durante los fines de semana, la gran mayoría de sus intervenciones en los barrios están relacionadas a estos tipos de denuncias. Marcelo, policía de la UTOI, nos decía:
Lo que más denuncian los vecinos es problema de violencia género, problemas vecinales, ya sea porque el muchacho de al lado tiene problema de consumo, que rompe cosas que le pega al hijo que le pega el padre, por robos.
Así, dos representaciones se yuxtaponen para los y las policías sobre el espacio segregado. El Área Reconquista, al igual que toda área segregada, es representada en un vínculo que enlaza delincuencia con los abusos. Ahora bien, ¿cómo entienden nuestros informantes que se trabaja en estos escenarios? Un policía entrevistado nos decía lo siguiente en referencia a este espacio:
En esos lugares, a veces no alcanza la palabra y la policía tiene que hacer uso de la fuerza pública. No existe el diálogo, tenemos que imponer y el habla a veces no alcanza y tenemos que hacer uso de la fuerza pública y ahí empieza el problema. Los problemas. A veces tenés un problema con un vecino y se acercan otros que están en contra del personal policial, se meten en el problema, pero no para ayudar. Y si nos llevamos a un vecino a la comisaría, nos vamos recibiendo palazos, botellazos, piedrazos.
Un primer apunte que emerge de esta entrevista tiene que ver con la relación entre la policía y vecinos. En espacios como este, segregados por la pobreza, los policías entienden que la palabra no alcanza y que se usa más la fuerza. Ahora bien, sería una lectura apresurada del párrafo anterior concluir solamente que la palabra no alcanza. Lo que nos dice nuestro entrevistado es que la palabra no alcanza a veces. La representación policial coloca al diálogo antes que la violencia en el orden de sucesos que definen una actuación policial, una mirada que seguramente difiere de la que comparten muchos residentes que participan como contracara de la actuación policial (en especial los jóvenes). Aquellos sobre quienes estas intervenciones recaen. De hecho, cuando se trata de la relación entre policías y jóvenes de barrios segregados, sabemos que la palabra policial suele estar teñida de violencias verbales, tonalidades provocativas, comentarios malintencionados, y también acompañada de violencias simbólicas, gestualidades y tratos que son expresados (para los policías) y experimentados (para los jóvenes) de modo violento (Rodríguez Alzueta, 2020).
Pero lo que nos interesa aquí es la representación policial, y ella nos indica que el recurso de la violencia es uno más dentro del repertorio del que disponen los policías para llevar a cabo su trabajo. Entender la violencia de esta manera nos distancia de una posición esencialista que uniformiza y reduce el trabajo policial nada más que a la violencia. Pedro, un policía de la UTOI nos presentaba una secuencia hipotética de eventos donde el recurso de la palabra aparece antepuesto al de la violencia:
Pedro: Supongamos que vamos a un conflicto vecinal porque un señor se pasa de copas y está molestando en la puerta. Uno llega, separa las partes, primero se contacta con el llamante y después habla con el que genera el problema y trata de mantener la autoridad, pero de manera que el otro te entienda. Bueno, lo ideal es que acceda.
Entrevistador: Ahí es lo difícil: buscas un equilibrio entre la autoridad y no caer tampoco en “Eh gato, baja la música”.
P: No, con respeto. En vez de decirle “Che, pibe”, se le dice “Señor caballero” o “Señor ciudadano”. Mientras, el resto del grupo está midiendo la periferia del lugar porque puede saltar una piedra o que surja otro problema.
Extraemos una segunda observación acerca de la representación policial sobre barrios segregados. Para los policías esto no significa que estos barrios sean “más peligrosos”, sostienen que ser policía es un trabajo peligroso tanto en un área residencial como en una villa. Su trabajo es peligroso. Sin embargo, entienden a los espacios segregados vinculados a la delincuencia. Una representación estigmatizante que no es exclusiva de la policía, sino común a toda la sociedad (Garriga Zucal, 2013; Rodríguez Alzueta, 2020), y que en última instancia estructura las prácticas que despliegan los policías en ellos, estas sí, distintas a las que despliegan en otros territorios
Como vemos hasta aquí el área reconquista no es cualquier espacio. Es un espacio estigmatizado y asociado a la delincuencia. Y también es un espacio donde, a diferencia de otros, a veces la palabra no alcanza. Esta doble representación modela las formas del trabajo policial en esta zona.
En este segundo apartado nos interesa reconstruir desde el punto de vista policial las tareas que se llevaron adelante durante la pandemia. ¿Qué trabajo hizo la policía durante la pandemia? En otras palabras, exploramos cómo los policías describen e interpretan sus tareas laborales para garantizar el ASPO y administrar el delito.
Como punto de partida, queremos señalar que los policías advierten una alteración de las violencias y conflictividades en el área reconquista durante la pandemia. Desde su punto de vista, además de nuevas exigencias laborales, sobrecarga de trabajo y temor a contagiarse del nuevo virus, la pandemia produjo un escenario de intervención caracterizado por la migración de las violencias sociales desde los espacios públicos a los domésticos. En este sentido Miguel, un policía del Comando Patrulla nos explicaba que “la pandemia trajo, para lo que es la policía, seguridad en las calles porque no había nadie. Todo lo que fue robo a mano armada, delito en la vía pública, bajó mucho”. Para Gonzalo este descenso del delito en vía pública tuvo una contrapartida:
Para nosotros está el delito prevenible, el que podemos prevenir con el patrullero en la calle y la presencia policial. Y el no prevenible es el que pasa puertas adentro. La amenaza que se transforma en homicidio, la lesión que termina siendo grave, el problema de vecinos se fue incrementado. Y en las zonas con mayores necesidades, o con más falta de recursos, se vio más eso.
A los delitos “no prevenibles” debemos sumar el crecimiento de una modalidad de violencia particular: la doméstica. Miguel nos explicaba que la pandemia “incrementó el delito intramuro, problemas familiares, violencia de género, delitos que antes de la pandemia no los teníamos. Existían, pero en bajo porcentaje, hoy se incrementaron los femicidios, la violencia hacia los menores”. La impresión de Miguel no es errónea. Existe evidencia de un incremento significativo de la violencia doméstica asociada al confinamiento que produjo la crisis sanitaria (Pérez-Vincent et al., 2020). El aumento de la violencia doméstica (categoría policial que sintetiza modalidades violentas de mayor alcance, como la violencia de género y la intrafamiliar) implicó para nuestros interlocutores reforzar rutinas que ya implementaban antes de la pandemia1. Así, la instrumentación de mediaciones entre las partes involucradas en el conflicto, los traslados a perpetradores de violencias a comisarías, el seguimiento de casos e implementación de medidas cautelares son prácticas que pasaron a ser parte integral de las rutinas policiales pandémicas2.
Entonces, desde la perspectiva policial la pandemia implicó un descenso del delito prevenible en vía pública y un aumento del delito no prevenible que sucede puertas adentro, en particular de violencias de género e intrafamiliar. En base a este escenario diagnóstico ¿qué estrategias desplegaron para abordar estos problemas? Responderemos esta pregunta introduciendo una segunda observación: nuestros interlocutores policiales del AR declaran haber respondido a la pandemia con prácticas, rutinas y patrones de desempeño recurrentes que sitúan actividades disuasivo-preventivas en un lugar central.
Al ser interrogados sobre su trabajo policial cotidiano nuestros entrevistados refieren al policiamiento preventivo. Los policías de la UTOI destacan la importancia de caminar, recorrer, circular por “todos los recovecos” Así, las caminatas fueron complementadas con interacciones con vecinos y la organización de actividades (festejos por el día del niño, preparar chocolatadas y churros en fiestas patrias, etcétera). Los policías de la UTOI sostienen que los vecinos reaccionan de forma ambivalente a su rol (“nos odian y los aman al mismo tiempo”), aunque en general sostienen que desde que "desembarcaron" en los barrios, varios vecinos se sienten más seguros (“pueden ir a trabajar tranquilos”)3. Los policías del comando de patrulla mencionan que su trabajo es de patrullaje preventivo. Cada camioneta de la policía tiene una zona y la recorre realizando tareas de prevención. Las dos formas del policiamiento, la UTOI y el comando de patrulla, responden también a los llamados del 911.
Estas descripciones del trabajo policial pandémico merecen ser escrutadas con atención. En un contexto en el que, en palabras de Gonzalo, el delito prevenible desciende por un factor ajeno a la policía (la pandemia), las estrategias policiales preventivas no parecerían, a primera vista, del todo sensatas. La aparente contradicción nos invita a problematizar el discurso policial y trascender sus límites, cruzándolo con otras versiones acerca del desempeño de las fuerzas de seguridad en el AR durante la pandemia.
Con este desplazamiento introducimos nuestra tercera y última conclusión de este apartado: el discurso policial contrasta con el de vecinos y vecinas del AR sobre el desempeño policial durante la pandemia. Nuestros interlocutores no policiales advierten una continuidad en sus formas relacionales con las fuerzas de seguridad, que hemos caracterizado desde el par ausencia/hostigamiento. Desde el punto de vista de las y los vecinos entrevistados, las policías no respondieron adecuadamente a los problemas que trajo la pandemia, y en cambio intensificaron respuestas violentas (demoras, abusos, verdugueo, humillaciones) o directamente no-respuestas (déficits en el patrullaje interno en barrios populares, el no acudir cuando son llamados, etc.). De hecho, según muchos de nuestros interlocutores vecinales, esta matriz relacional entre vecinos y policías se intensificó durante la emergencia del COVID-19.
Nos interesa como conclusión de este apartado resaltar que las dinámicas laborales de la Policía no se modificaron con la pandemia. En el área Reconquista los policías hicieron lo mismo de siempre.
Con el objeto de dar cuenta cómo trabaja la policía en un espacio segregado por la pobreza proponemos en este apartado analizar los efectos de la pandemia sobre el trabajo policial en el área Reconquista. Nuestros policías señalan que tuvo un doble impacto: sobrecarga y miedo. En este apartado trabajaremos el primero de estos: la sobrecarga.
En poco tiempo nuestros entrevistados debieron adaptarse a regímenes laborales más exigentes, caracterizados por un aumento en las horas de trabajo y acuartelamiento, y a la vez por los desafíos de poner en práctica los nuevos marcos normativos que caracterizaron la primera etapa de ASPO. Se enfrentaban a una situación compleja que exigía endurecer controles en un área que, como vimos en la sección anterior, es percibida peligrosamente, debiendo a su vez prevenir su contagio y el de las personas sujetas a sus intervenciones. En este contexto, la figura prevista en el artículo 205 del código penal, que impuso sanciones de penitenciaría a quien "violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes para impedir la introducción o propagación de una epidemia” (Art. 205, Código Penal), supuso desafíos particulares.
Uno de ellos fue aprender y poner en marcha la nueva normativa. Leandro, un policía de la UTOI, compartió con nosotros su punto de vista: “fue complicado porque uno estaba acostumbrado a trabajar de una manera, y este cambio brusco que se dio, era complicado, era complicado. Ya tenías que estar más interiorizado en otras leyes, en el 205, en darte cuenta que alguien tenía que estar con barbijo, mantener la distancia… fue un cambio fuerte.”. El desafío se intensificó porque la aplicación del 205 absorbió buena parte de las rutinas de trabajo: “al principio se usó bastante el 205”, pero que su aplicación consistía solamente en trasladar a la persona en infracción de este artículo a la comisaría, notificarlo y darle la libertad, “porque no es un delito que está contemplado en lo penal […] es solamente una notificación y se retiraba”.
“Trabajar mucho”, “no dar abasto” y “tener muchas cosas que cubrir” no constituyen rasgos ciertamente excepcionales para nuestros policías. Como hemos indicado: el territorio en el área exige para los policías que trabajan en él actividad policial constante. Los homicidios, los delitos de matriz urbana y aquellos vinculados al microtráfico de drogas disponen a nuestros policías a percibir su labor como un oficio que demanda sacrificios y requiere alta dedicación (Garriga Zucal y Maglia, 2017; Lorenz, 2017). Adicionalmente, el trabajo policial supone imponderables no necesariamente asociados al mundo del delito como “bajar gatitos de árboles” o “hacer de psicólogos” (Zajac, 2022), que de igual manera los dispone a estar preparados para lidiar con ellos. ¿Qué queremos decir? Que aún en esta disposición policial a enfrentar las complejidades asociadas a su labor, la pandemia sobresale como un episodio que superó las expectativas habituales de policías para adaptarse a las exigencias de una profesión que perciben, de por sí, como muy exigente. En pocas palabras: los policías vieron desbordada su capacidad de trabajo.
Parte de ello se debió a que la pandemia implicó una fuerte sobrecarga laboral. Los policías que hacen funciones en comisarías tuvieron muchas más horas de trabajo y los grupos especiales quedaron acuartelados (trabajando 15 días y tomando 15 días de licencia). Uno de los policías que trabajó en este régimen nos contaba su experiencia:
Gabriel: Yo estaba en el operativo Sol en Pinamar, termina y me voy a casa. Estaba esperando que me den destino porque ya me había recibido y me llamaron que vaya a Tigre, yo vivo en Laferrere, nos dijeron que nos teníamos que acantonar quince días, quince días de franco y así. Nos dieron un predio para dormir, por suerte el Estado muy presente y nos llevaban la vianda, bebidas.
Entrevistador: ¿Ustedes estaban acantonados o trabajando?
G: Acantonados y trabajábamos en los bancos por el IFE y los jubilados. Ahí teníamos que pedirle a la gente que se ponga el barbijo, la distancia.
E: Esos días acantonados, ¿cómo fueron?
G: Se extraña. Uno tiene familia, pero el trabajo llama y tenés que ir, por eso digo que, si elegís este laburo, sabés a dónde te metes.
El acantonamiento alejó a los policías de sus familiares y los obligó a someterse a largas jornadas laborales. El descanso posterior a las largas jornadas de trabajo fue paulatinamente suspendiéndose a medida que la pandemia afectaba a las y los policías. En ese marco en septiembre del 2020 se realizaron una serie de protestas policiales en la provincia de Buenos Aires. Miles de policías se acuartelaron y otros se congregaron frente a las oficinas de la bonaerense. La protesta se asentaba en dos reclamos: salarios y condiciones de trabajo. Los que encabezaron esas protestas eran los suboficiales más jóvenes, que durante la pandemia perdieron los adicionales con los que reforzaban sus magros sueldos. Además, como veíamos se sobrecargaron sus tareas laborales. Más trabajo por menos plata, una ecuación que no cerraba.
Nos interesa en este apartado analizar cómo la pandemia introdujo el temor al contagio entre nuestros entrevistados, y cómo aparecieron entre ellos las nociones de cuidado. La pandemia significó para ellos un desafío a la hora de llevar a cabo su trabajo sin descuidar los recaudos necesarios para evitar contagiarse de COVID-19. Leandro describe las particularidades de llevar a cabo el trabajo policial en el contexto de la primera etapa de restricciones:
Y bueno, lo que cambió es muchísimo la forma de trabajar, nosotros tenemos que tener mucho más recaudo mucho más cuidado, mantenernos constantemente higienizándonos las manos. lo mismo con las personas, siempre mantener una distancia de más o menos un metro o dos para identificarlo. Para requisarlo se hace muy complicado también por el tema de que hay que estar cerca de la persona. Bueno después lo que vimos mucho lo que se notó mucho acá es que la gente no se cuida, entonces hay que estar constantemente remarcándoselo, que use el barbijo que respete lo que es la cuarentena. Eso es lo que vimos, del cambio más grande.
Una palabra sobresale en la narración de Leandro: cuidado. No se trata de un discurso aislado. El discurso institucional se ocupó de acentuar esta palabra por sobre otras que describen el trabajo policial, antes, durante y después de la pandemia. “La policía que te cuida” o el llamado a “cuidar a quienes nos cuidan” fueron modalidades en las que el Ministerio de Seguridad formuló esta operación discursiva, con un tono que a veces rayó lo apologético (Seghezzo y Dallorso, 2020). No se trató de una propuesta del todo novedosa. Como apunta Sirimarco (2021), “cuidar a quienes nos cuidan” fue una consigna recurrente durante la gestión de Patrica Bullrich al frente del Ministerio de Seguridad (2015-2019), una administración de signo político marcadamente diferente diferente a la de Sabina Frederic, ministra de seguridad durante la mayor parte de la pandemia. Pero “cuidar” ligado a “policía” propone una asociación de términos cuyo significado no debería darse por sentado sin más.
Pita y Faur (2020) alertan de homologar tareas de cuidado a vigilancia y control, pues ello supone ignorar las racionalidades que configuran este tipo de prácticas en el mundo policial. Las policías son instituciones abocadas a mantener un orden social, tarea que requiere vigilancia y control. Ni control ni vigilancia suponen necesariamente cuidado. Más precisamente, suponen formas de gobierno y producción de orden social. Incorporamos esta advertencia a nuestras observaciones, y creemos que durante la pandemia no existió tanto una política de refuncionalización del trabajo policial que desplazó vigilancia y control por tareas de cuidado. Más precisamente -y coincidimos aquí con Sirimarco (2021)- lo que sucedió durante la crisis sanitaria en relación con el trabajo policial fue una resignificación del mismo como cuidado, que implicó acomodar la prevención y el control policiales bajo el paraguas semántico del cuidado.
Más allá del debate semántico, lo que queremos resaltar es que para nuestros policías la discusión sobre “cuidar” fue menos sofisticada. Para ellos, “cuidar” significó más trabajo. El desafío de acoplar la vigilancia sobre el aislamiento obligatorio con las rutinas policiales cotidianas constituyó una experiencia desbordante para ellos, en particular durante los primeros meses de pandemia cuando, además, debían cuidarse a sí mismos del contagio:
Entrevistador: Y al principio de la pandemia, ¿tuvieron que trabajar mucho más?
Miguel: Sí, en primera instancia se dividió a la policía en grupos porque, si una comisaría tenía una baja por contagio, tenían que aislar toda la comisaría y venía otro grupo. Pero no dieron abasto porque había muchas cosas que cubrir. Se trabajó mucho, con recargo y temor.
El testimonio de Miguel nos interesa, además, porque pone de relieve el segundo aspecto que nos interesa examinar: el impacto de la pandemia sobre la vida personal de los funcionarios policiales, en particular en relación con el vínculo con sus familias. Tanto la recarga laboral como el miedo al contagio introdujeron profundas transformaciones en las dinámicas de organización familiar de los policías. Durante los primeros meses, sostienen que intentaron no relacionarse con sus familiares y amigos por miedo a contagiarlos. En este sentido, como otros trabajadores esenciales, durante la pandemia los policías se han visto alcanzados por la sobreexplotación y el miedo.
Algunos policías optaron directamente por aislarse de sus familiares, como Leandro, quien decidió irse de su casa para no contagiar a su papá. Otros no tuvieron esa posibilidad, y debieron aprender a lidiar con el temor al contagio. Es el caso de Diego, quien nos explicaba los recaudos que debió tomar para no contagiar a sus familiares:
La forma de trabajar acá cambió… no es preocuparnos solo por nuestra integridad física, sino también por la de nuestros familiares. Al principio fue traumático y costó mucho, hacíamos 15x15: era llegar a tu casa y rogar que no te de positivo. Además, agarrar la ropa, poner en un tacho aparte, lavar aparte.
Mariana, por su parte, destacaba las dificultades de separar el temor en el plano personal del ámbito profesional, porque los policías, “primeramente y más allá de nuestro trabajo, somos personas y tenemos familia”. A pesar de no haberse contagiado, su experiencia trabajando como policía durante la pandemia estuvo marcada permanentemente por el temor de contagiar a sus seres queridos.
El temor que condicionó a Mariana adquiere un sentido particular entre policías, funcionarios del Estado cuya función puede obligarlos a poner su vida en juego. Gonzalo nos lo explicaba en términos llanos: "Nosotros (...) no resistimos un test psicológico; la persona que arriesga su vida no está bien. Pero la pandemia, lo que nos trajo fueron los miedos de llevarlo a la casa.” Por otro lado, Carlos, un policía de la UTOI, ilustraba la prevalencia que adquirió entre policías el temor a contagiar seres queridos durante la pandemia:
Sí, tuvimos miedo porque al principio decían que no iba a quedar nadie. Y yo hoy tengo miedo. Yo acepto que quizás voy a un llamado y me matan porque lo acepté y juré eso, pero, por ejemplo, contagiar a mi familia, no lo aceptaría, no puedo cargar con eso. Eso es lo que más nos preocupaba.
“Quedate en casa” fue la consigna con que el Estado nacional intentó morigerar los efectos de los contagios del COVID 19. En los barrios segregados por la pobreza tanto el hacinamiento como las dinámicas laborales imposibilitaban que los vecinos pudieran quedarse efectivamente en sus casas. Una vecina nos decía, para ilustrar esta dificultad, que la vereda era el patio de su casa. En los dos primeros meses del ASPO las policías fueron celosas del cumplimiento de las restricciones. Obligaban a que vecinos y vecinas estén en sus casas, al uso de barbijos, a la distancia social. Rápidamente estos controles se relajaron. En el Área Reconquista el viraje del “quedate en casa” a “quedate en tu barrio” fue experimentado como una medida de sinceramiento para con una imposición imposible de cumplir en términos concretos por la mayoría de los y las entrevistadas.
La pandemia puso en primera plana al trabajo de las fuerzas de seguridad. Policías, realizando tareas varias: control de tránsito, cuidado de barrios infectados, midiendo la temperatura corporal, etc. Quedaron al descubierto las múltiples formas del trabajo policial. Multiplicidad que no es novedad pero que es continuamente negada. Nos interesa a modo de conclusión retomar dos cuestiones: por un lado, reflexionar sobre las características del trabajo policial en las áreas segregadas y, por el otro, poner el ojo sobre la vinculación entre policía y cuidado.
Empecemos por analizar el trabajo policial en el área Reconquista, que nos sirve para indagar sobre el trabajo en las áreas segregadas. Podemos decirlo de esta manera: para los policías su trabajo debería ser una cosa pero es otra. No trabajan de policías. Ellos dicen que su trabajo está asociado al “combate contra el delito” y, sin embargo, realizan otras tareas. La instrucción policial los forma como “cazadores de delincuentes” pero hacen otras cosas.
Esto sucede porque las policías son el primer mostrador del Estado en muchos lugares de nuestro país; y, en algunos lugares, el único. Si existe un problema con un vecino se llama a la policía, si alguien está alcoholizado en la vía pública se convoca a la policía. Las policías reciben pedidos de intervención que, muchas veces, están fuera de sus saberes y que comprenden abismalmente alejados de “sus” tareas. En el Área reconquista y más aún durante la pandemia las policías fueron el principal agente del Estado.
Esto nos parece problemático por varias razones. Primero porque, como vimos, los policías construyen una representación sobre estos territorios y sus residentes como espacios marcados por la delincuencia y los consumos abusivos de alcohol y drogas. Creemos que este sentido común que permea las intervenciones de una de las agencias estatales con mayor presencia en este territorio debería disparar alertas en los responsables de diseñar y gestionar políticas públicas. Segundo, porque las policías no están capacitadas/formadas para intervenir en una enorme mayoría de situaciones -recurrentes y cotidianas- para las que se las convoca, y la pandemia no fue una excepción. Pero no es solo una cuestión de instrucción. Las acciones de las fuerzas de seguridad moldean las relaciones de formas determinadas, originando específicas interacciones. A modo de ejemplo, no resulta lo mismo si ante un alcoholizado en la vía pública, interviene la policía que un profesional de la salud.
Respecto al segundo camino reflexivo –el ideal construido sobre una policía cuidadora– nuestro texto pone de manifiesto que esta construcción discursiva aterrizó accidentada en el terreno. Para nuestros policías no existió un cambio en la racionalidad subyacente a su trabajo. Tampoco relatan experiencias de cuidado asimilables a las de otras agencias o intervenciones estatales mejor alineadas con este ideal (a modo de ejemplo, políticas de salud o de desarrollo social). La pragmática policial puso en crisis la representación construida desde arriba sobre su papel en la pandemia. Lo que significó el cuidado para nuestros policías fue sobrecarga y precarización laboral. En el área Reconquista las policías en el terreno no cuidaron. Más allá del cuidado, vigilaron y controlaron el cumplimiento del ASPO agotados, con temor al contagio, y muchas veces sin los medios necesarios para hacerlo.
Para finalizar deseamos subrayar que en el área Reconquista en particular y en todas las áreas segregadas por la pobreza en general las policías “cuidan” reforzando la estigmatización y la segregación. “Quédate en tu barrio” es una política policial que limita la movilidad de los y las vecinas del área Reconquista, una política de larga data, que durante la pandemia encontró legitimidad y se fortaleció.
Birkbeck, Ch. y Gabaldon, L. (2002). “La disposición de agentes policiales de usar fuerza contra ciudadanos”. En Roberto Briceño-León (Comp.), Violencia, sociedad y justica en America Latina (pp. 229-242). Buenos Aires: Clacso.
Garriga Zucal, J. (2013). “Usos y representaciones del ‘olfato policial’ entre los miembros de la policía bonaerense”. DILEMAS: Revista de Estudos de Conflito e Controle Social, 6(3), 489-509.
Garriga Zucal, J. y Maglia E. (2018). “¿Qué es un policía? Un estudio sobre las representaciones del trabajo policial”. Trabajo y sociedad, 31, 15-31.
Lorenz, M. (2018). “El 'verdadero' trabajo policial. Representaciones de los funcionarios de la Policía Federal Argentina acerca de su quehacer profesional”. Papeles de Trabajo, 19, 99-120.
Pérez-Vincent, S., Carreras, E., Gibbons, M.A., Murphy, T.E., y Rossi, M.A. (2020). COVID-19 lockdowns and domestic violence: Evidence from two studies in Argentina. Washington DC: Banco Interamericano de Desarrollo.
Pita, M.V. y Faur, E. (2020). “Lógica policial o ética del cuidado”. Revista Anfibia. Recuperado de: https://www.revistaanfibia.com/logica-policial-etica-del-cuidado/
Rodríguez Alzueta, E. (2020). Yuta: El verdugueo policial desde la perspectiva juvenil. La Plata, Malisia.
Seghezzo, G. y Dallorso, N. (2020). “Elogio a la policía del cuidado”. Página 12. Recuperado de: https://www.pagina12.com.ar/255797-elogio-a-la-policia-del-cuidado.
Sirimarco, M. (2021). “Entre el cuidado y la violencia. Fuerzas de seguridad argentinas en pandemia y aislamiento”. Revista de estudios sociales, 78, 93-109.
Zajac, J. (2018). “En el corazón del monstruo”: La Gendarmería y el gobierno de los márgenes informales del sur de la Ciudad de Buenos Aires (Tesis de maestría). Universidad Nacional de San Martín; San Martín.
1. Este tema es tratado por Dikenstein et al. en este volumen.
2. Los vecinos y actores vinculados a organizaciones sociales e instituciones del Estado que trabajan en el AR proponen tres explicaciones nativas para dar cuenta del incremento de las violencias de género e intrafamiliares: a) el sostenido aumento de la pobreza; b) el déficit habitacional y c) el aumento de las interacciones familiares producto del aislamiento. Alejados de procesos sociales de amplio alcance, los miembros de las fuerzas de seguridad del AR prefieren adoptar un punto de vista pragmático, y encuentran que la tercera razón es la que mejor explica el aumento de este tipo de violencias en el AR.
3. Este tema es tratado por Garriga y Zajac en este volumen.