CAPÍTULO 4

¿Proximidad o invasión?

Gobierno y pacificación policial

José Garriga Zucal y Joaquín Zajac

Introducción

Ocho policías cruzan la cancha de fútbol de Carcova, patean el polvo con la frente en alto, una mirada atenta y un andar marcial. No están vestidos con los uniformes de la policía bonaerense. Sus uniformes parecen militares y sus chalecos antibalas dicen “UTOI”. Uno de ellos empuña una escopeta que apunta al piso. Unos niños que juegan a las escondidas los ven pasar, indiferentes. Ya no generan sorpresa, hace varios meses que estos policías trabajan en los barrios del área Reconquista. Para los chicos son “milicos”. Para muchos vecinos adultos son “ratis”, para otros, “gendarmes”.

La UTOI es el nombre que lleva una fuerza especial de la Policía Bonaerense. Significa Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas. Desde su creación hasta hoy, la UTOI ha mutado su perfil y objetivos. Fue creada inicialmente como un cuerpo de “acción táctica”, es decir, como una fuerza especial con entrenamiento, armamento y organización especiales para intervenir en los “puntos con mayor índice delictivo de la provincia”1. Sin embargo, en junio de 2020, el ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni anunció que la UTOI había sido “refuncionalizada”, a partir de una capacitación de “policía de conflicto, con mucha aproximación y trabajo de contención social”,2 continuando otras experiencias similares de “policiamientos de proximidad” focalizados en poblaciones vulnerables como los “Cuerpos Policiales de Prevención Barrial” y el “Programa Barrios Seguros” (Zajac, 2021). Los barrios del Área Reconquista han sido de los primeros en recibir a esta fuerza bajo su nueva forma específica de “policía de proximidad”. En este artículo, retomamos la tensión (evidenciada con claridad en el marco de la pandemia y abordada previamente en este mismo libro)3 existente entre la dimensión de represión y control social de las prácticas policiales y aquella que podría asociarse con tareas de “cuidado”. Nos preguntamos aquí por la especificidad, por la novedad de las UTOI como forma particular de gobernar (Foucault, 2010) poblaciones pobres espacialmente segregadas (Wacquant, 2007). ¿Se trata de una fuerza cuya especificidad es ser más “dura”, con mayor “poder de fuego” y un carácter más “militarizado”, más preparada para entrar en estos barrios representados por la opinión pública como “peligrosos”, “hostiles”, “tomados por el crimen organizado”? ¿O por el contrario, su especificidad se asocia principalmente con su mayor “empatía”, sus capacidades de desarrollar vínculos de “proximidad” con los habitantes y atender sus necesidades específicas? ¿Cómo se resuelve ese carácter contradictorio de las UTOI y qué consecuencias tiene sobre sus modos de actuar y los efectos de estas prácticas?

Dividiremos el capítulo en tres apartados. En el primero, se detalla la manera en que las UTOI caracterizan al territorio y a la población destinataria. En segundo lugar, nos interesa analizar cómo se representan a sí mismas y a sus prácticas. Finalmente, describimos y analizamos los efectos de la presencia y la actividad de las UTOI tal y como son percibidos y sopesados por sus propios agentes: sus “potencias” y efectos “productivos” (tercer apartado), pero también los obstáculos, límites y resistencias que despierta (cuarto y último apartado).

Para nuestro análisis, buscamos interrogar los puntos de vista de los miembros de la UTOI a partir de la noción de “pacificación”4. Se trata de un modo particular de ejercicio del poder que se da sobre determinadas poblaciones, que se remonta a los inicios de la era colonial, pero cuyo legado continúa hasta nuestros días. Dos de sus características más salientes son, en primer lugar la hibridación entre una intervención específicamente bélica y militar, con distintos esfuerzos de gobierno “productivo” de índole muy variada -desde lo policial a lo sanitario pasando por acciones educativas, administrativas, culturales y económicas (Neocleous, 2011, 2016). Y en segundo lugar, y de manera muy resonante para este trabajo, la relación de “tutela” que se establece típicamente entre agentes que impulsan esta “pacificación “ y las poblaciones destinatarias de dichas iniciativas. En este sentido el investigador brasileño Joao Pacheco de Oliveira, compara experiencias tan distantes en el tiempo como las misiones católicas jesuitas durante la primera etapa de la colonización portuguesa de Brasil, y las llamadas “Unidades de Policía de Pacificación” (UPP) en las “favelas” de Río de Janeiro5 desde el año 2008. En esta comparación, el autor ilumina el modo en que los “pacificadores”, se perciben y representan como “superiores” en términos culturales, morales, civilizatorios. “Superioridad” en nombre de la cual se busca no solo derrotar militarmente a un grupo de las poblaciones representado como el “enemigo”, sino gobernar, regular y en última medida modificar todo un dominio amplio e impreciso de estilos, comportamientos y prácticas culturales del conjunto de la población6.

Los datos que construimos para este análisis surgen de entrevistas –abiertas y presenciales– realizadas durante el 2021 a miembros de la UTOI. Las entrevistas fueron realizadas en una base que tiene esta fuerza especial en el corazón del barrio Independencia, uno de los barrios del Área Reconquista. Cabe señalar que los nombres de los entrevistados han sido alterados para preservar el carácter anónimo de las entrevistas.

Barrios peligrosos, barrios necesitados

Respecto de las representaciones de los miembros de la UTOI sobre el territorio y la población en las que intervienen, un efectivo de la UTOI a quien llamaremos “Gabriel”, realiza una distinción relevante que se repite en las demás entrevistas: entre vecinos/as “trabajadores” y vecinos/as, que se dedican a las economías ilegales, y/o tienen problemas de consumos problemáticos. Siguiendo esta misma línea, otros efectivos complejizan esta clasificación dicotómica, dividiendo a la población en tres grupos (delincuentes, población que los “apaña” y los “defiende”, y los que “están agradecidos), pero en definitiva, en estos distintos casos, se pone de manifiesto una frontera moral entre “buenos” y “malos” vecinos.

En lo que es delincuencia, hay dos ámbitos: la gente que se ve obligada porque lamentablemente tiene una familia que mantener y se ve obligada a hacer algo malo para poder sustentar la familia y después la otra parte que roba porque es fácil y después cae en la droga (“Gabriel”, efectivo de la UTOI).
FEDERICO: Cuando los vamos a buscar, se meten en los pasillos porque la gente los apaña. Cuando nos llevamos a un aprehendido, la gente los defiende.
Entrevistador: ¿Cómo los defienden?
FEDERICO: Nos insultan, se quieren llevar al aprehendido, te lo quieren sacar. Lo bueno es que somos fuerzas especiales y lo detenemos, subimos al móvil y nos vamos y tenemos otro equipo cubriéndonos de los que nos está tirando piedras.
E: ¿Y hay gente que valora el laburo de ustedes?
FEDERICO: Sí, no todo lo que hay en la villa es odio a la policía. Hay mucha gente que está agradecida con la policía, más que nada los comercios porque pueden trabajar tranquilos.
E: ¿Y manifiestan de alguna forma ese agradecimiento?
FEDERICO: Sí, nos lo dicen (Federico, efectivo de las UTOI).

Para algunos efectivos de la UTOI, este clivaje moral tiene su origen en las carencias que atraviesan a las y los vecinos. Leandro, por ejemplo, describe al barrio como un espacio con numerosas necesidades. Un espacio que requiere de toda la “ayuda” posible, ya que las áreas segregadas son moralmente vulnerables:

La mayoría de los muchachos que están acá son padres. Yo no nací en cuna de oro y no tengo nada en contra de la gente que vive así, crecí en un barrio muy carente y por parte del Estado no tuvimos una contención, más que la caja PAN que daba Alfonsín. Y yo veo a estos chicos y me veo reflejados en ellos, tenían las mismas carencias y ellos no tienen por qué ser lo mismo que los padres, que no todo está mal. Queremos mostrar que estamos para hacer cumplir las cosas, no somos los que castigan. Estamos para hacer cumplir, como para darles algo así. También ayudar al vecino (Leandro, jefe de las UTOI).

Existe, entonces, una relación entre vulnerabilidad moral y “carencias”. Vínculo que se plasma también en la forma que los efectivos de las UTOI interpretan los “conflictos” en los barrios y sus propias intervenciones al respecto. Los entrevistados (como “Diego” en la cita a continuación) marcan dos grandes tipos de intervenciones que deben realizar las UTOI en estos territorios de forma cotidiana. Por un lado, la violencia interpersonal –familiar y de género, pero también entre vecinos y amigos–, y la violencia asociada a la venta de estupefacientes:

ENTREVISTADOR: En el barrio, en la zona, ¿cómo es trabajar por la zona? Más allá de la pandemia.
DIEGO: Bastante conflictivo porque acá tenés desde violencia de género hasta venta de estupefacientes. Nos costó un montón conocer porque hay muchos pasillos internos. Violencia de género siempre hay, más los fines de semana, porque ahí es cuando se desconocen. Muchas veces el marido le pega a la mujer y, cuando vamos, la mujer lo defiende. Después hay robos y hurtos [...] No existe más el respeto por el barrio, se roban entre ellos [...] los mismos vecinos se roban. También le roban a la gente que está trabajando acá. Hay gente que defiende el barrio, gente buena, y gente que no le importa nada. (Diego, efectivo de la UTOI).

Algunos efectivos (como Leandro, a quien ya hemos introducido) señalan incluso un “encadenamiento” entre los ilegalismos asociados a la distribución de sustancias ilícitas y las violencias interpersonales, que se pudo evidenciar con claridad durante la pandemia De esta forma, aunque aparentemente problemas separados y generados por grupos diferentes, es la ambigüedad moral de la población en su conjunto la que “enlaza” ambas problemáticas en las que la UTOI debe intervenir:

En los barrios emergentes es el narcotráfico el que lleva al robo de menores, está todo conectado. Los menores no trabajan, por eso son los que salen a robar. También sucede la violencia de género.Cuando llegamos al barrio, tratamos de erradicar, o disminuir, la venta de drogas. ¿Qué hace el narco? Manda a vender a mujeres porque somos hombres; cuando tenemos personal femenino, manda a menores. Y cuando ya no pueden llegar a los puntos de venta, empiezan los problemas de violencia de género. También el robo de vehículos (Leandro, jefe de UTOI).

En suma, existe por parte de los efectivos de la UTOI una representación dual sobre el territorio en el que intervienen, sus habitantes y sus conflictos: peligroso pero necesitado, moralmente cuestionable y socialmente vulnerable. Ahora bien ¿Qué características serían necesarias según los efectivos de la UTOI para poder intervenir ante esta dualidad? Intentaremos dilucidarlo en el próximo apartado.

Duros pero empáticos

La mencionada representación dual del territorio y la población se condice fuertemente con la forma en que las UTOI se presentan a sí mismas, su modo de organización interna y su estrategia y tácticas de actividad. Por un lado, los efectivos de este cuerpo policial se presentan como actores de una intervención policial imposible para las policías convencionales: “estar en el punto rojo”, allí donde las policías tradicionales se han visto “desbordadas”:

ENTREVISTADOR: ¿Vos notás una diferencia entre su trabajo y el de la poli, ¿dónde está la diferencia?
GABRIEL: Entonces vamos y aunque estemos parando autos, no pasa. Si nos vamos, sé que se va a desbordar.
ENTREVISTADOR: ¿Y ustedes vinieron porque estaba desbordado?
GABRIEL: Sí, los módulos son a prueba de balas también. Tenés acá, en Carcova, San Isidro, Quilmes, Wilde. La función es estar ahí, en otro lado no están, en el punto rojo (Gabriel, efectivo de la UTOI).

La característica que permitiría a las UTOI afrontar los desafíos que plantean estos territorios y que no poseen las policías tradicionales es el carácter “militarizado” de la fuerza, especialmente en lo que hace a la verticalidad de sus jerarquías y su estricta disciplina. Este carácter “militar” conecta la experiencia de las UTOI con otras desarrolladas en contextos similares a nivel regional y nacional (las mencionadas UPP de Brasil y el “Programa Barrios Seguros” del Ministerio de Seguridad federal ) a la vez que permite encuadrarla en el ya mencionado paradigma de la “pacificación” que referimos en la introducción del capítulo.

ENTREVISTADOR: ¿Por qué hay diferencia entre ustedes y la policía que está patrullando?
TOMÁS: Nosotros tenemos la uniformidad porque venimos de una fuerza verticalista que se extiende de lo militar.
ENTREVISTADOR: Pero tus compañeros de la cuarta también es la misma situación y no están tan uniformados.
TOMÁS: Porque se ha perdido. Se busca que haya otro aspecto, autoridad (Tomás, efectivo de la UTOI).

La mayor militarización de la UTOI se manifiesta por otra parte no solo en cuestiones organizativas y doctrinarias sino también en lo que hace al armamento y los vehículos disponibles. Gabriel, menciona el uso de cascos y protecciones para brazos y piernas. Uniformes más sofisticados y visualmente impactantes. También, como da cuenta “Fedérico” a las formas de patrullaje que se adoptan: los integrantes de la UTOI “caminan el barrio” en grupos numerosos, lo que que les permite ser más que sus potenciales enemigos , y por lo tanto, estar más seguros para “entrar” y permanecer, sin temor a verse “superados”:

Nuestro trabajo es en cuerpo, nos movemos de ocho a diez personas. Depende la situación, cuando hay marchas nos movemos hasta veinte juntos. Nos encontramos en los barrios de emergencia, las villas de San Martín, pero también estamos en La Matanza, Quilmes. El objetivo es entrar donde la policía tradicional no entraba (Federico, efectivo de la UTOI).

Ahora bien, de forma simultánea a esta percibida “militarización” aparece en el discurso de los efectivos de la UTOI una referencia a que el elemento distintivo de su modalidad de despliegue y actividad en comparación con las policías tradicionales, es su capacidad de de establecer un vínculo de “empatía” con los habitantes de estos territorios, tal y como se puede constatar en el siguiente pasaje de la entrevista a “Gabriel”:

ENTREVISTADOR: Ustedes no fueron preparados como policías de proximidad, ¿no?
GABRIEL: Sí. En mi unidad, proximidad es una de las primeras palabras, proximidad vecinal, por eso la llegada de vecinos. Tratamos de especializarnos en todas las circunstancias que puedan surgir acá, en Barrio Independencia, pero más que nada en delincuencia y el accionar policial. Ya sea de una manera no violenta o violenta, pero también en el vocablo.
ENTREVISTADOR: ¿Por ejemplo?
GABRIEL: El sumo respeto nunca estará. Hecho lo que haya hecho, tiene que ser reducido.
E: Un correctivo no va.
GABRIEL: No. Ese es el profesionalismo que estamos aplicando todo el tiempo. Siempre tratamos de tomar el control de las cosas. La gente que llama es siempre por un problema, entonces uno trata de tomar una empatía y, con el conocimiento que uno tiene del marco legal, recomendar qué tienen que hacer. A veces acceden y a veces no (“Gabriel”, efectivo de la UTOI).

Observamos, así, la auto representación de la UTOI como una fuerza profesional, “empática”, capaz de sensibilizarse frente a los problemas de los habitantes y llevar a cabo otro tipo de acciones no punitivas ni lesivas. Esta “empatía” debe ser analizada en el marco de las discusiones acerca de la tensión existente entre la dimensión de “cuidado” y la de “control punitivo” en la actividad policial, especialmente, desde la pandemia7. Desde nuestro punto de vista, esta tensión se resuelve para el caso de las UTOI en el marco de la relación “tutelar” típica de las iniciativas de pacificación, como las analizadas por el ya mencionado autor brasileño Pacheco de Oliveira (2014). En este sentido, una de las ideas principales que parece guiar de manera prioritaria la actividad práctica concreta de la UTOI (según la descripción que de ella hacen sus propios integrantes) es la del “mantenimiento del orden” cuando se da una situación de conflicto. De manera similar al rol de Gendarmería observado en trabajos anteriores (Zajac, 2021), de lo que se trata es de contener y “tranquilizar” las situaciones de violencia. Tarea que, según los efectivos de las UTOI, es de mayor urgencia y centralidad en estos contextos en los que los conflictos familiares y vecinales más elementales pueden devenir en escenarios de violencia letal con mayor facilidad que en otros sitios. En palabras del efectivo de UTOI “Rodolfo”:

ENTREVISTADOR: ¿Y qué haces ahí? Son ustedes cuatro, ustedes dos y dos más, enganchaste a alguien con algo, salen y empieza a salir gente ¿y qué hacen?.
RODOLFO: Yo lo que hago es buscar a las personas que están más conflictivas en ese momento, separarlos de todo lo que es el tumulto, tranquilizarlo, hablarlo y que calme a la gente. Entonces esa persona una vez que ya está tranquila conmigo, lo hablo, le escucho, le presto atención a lo que me dice, le explico cuál es la situación mía, que es lo que yo estoy haciendo, por qué lo estoy identificando y ahí el muchacho se tranquiliza e intenta tranquilizar a las demás personas. Entonces ahí, siempre tratamos desde ese lado, tranquilizar a las personas, no sirve el conflicto, porque se genera más y más y más y después sería todo el barrio contra nosotros. Entonces no sirve. (Rodolfo, efectivo de las UTOI).

¿”Acostumbramiento” o “persuasión''?

Ahora bien ¿Cuáles han sido los efectos percibidos de este accionar policial? ¿Cuáles aparecen como sus potencias en relación a la regulación de las violencias y los conflictos, pero también, cuáles los desafíos y límites que perciben al respecto los efectivos de las UTOI?

Como ya hemos visto, los integrantes de la UTOI coinciden en describir a los barrios en los que intervienen como un territorio hostil, peligroso. Un espacio impenetrable para la policía tradicional. Sin embargo, es de remarcar como los efectivos de esta fuerza se apoyan en esta representación de los barrios para destacar positivamente su propio desempeño. Es decir, para mostrar comparativamente como su “presencia” y actividad, marcan un “antes y un después” en los territorios en cuanto a las dinámicas de violencia y conflictividad de los barrios Y, sobre todo, un progresivo “apoyo” de los vecinos/as frente a una actitud de hostilidad generalizada inicial, como marca Rodolfo en el siguiente fragmento de entrevista:

ENTREVISTADOR: ¿Y cómo es caminar por el barrio?
RODOLFO: A lo primero era más complicado, ahora como que ya se acostumbraron a nuestra presencia ahí, entonces es un poquito más tranquilo pero a lo primero era muy complicado (Rodolfo, efectivo de la UTOI).

Este “acostumbramiento” es uno de los efectos más deseados por la UTOI. Como marca Leandro, jefe de las UTOI, de lo que se trata en definitiva es de convencer, de lograr producir un “cambio de actitud” frente a la policía en general, de relegitimar la relación de dominio/jerarquía entre “pacificados” y “pacificadores”. Acostumbrarse a la presencia policial es el primer paso, necesario, para la mutación cultural generalizada de la que habla Pacheco de Oliveira (2014):

ENTREVISTADOR: En el barrio, ¿la autoridad policial está más debilitada?
LEANDRO: No está debilitada, acá el problema es lo interno. La gente descree de la policía, no nos acepta como autoridad. Entonces, llegamos nosotros, la mayoría jóvenes de 20 y largos años, creen que es más de lo mismo y nosotros tenemos que hacerlos creer que vamos a combatir el delito. Nosotros estamos convencidos de eso, sino no saldría de mi casa (Leandro, jefe de UTOI).

Según el ya citado jefe de la UTOI, Leandro, el factor decisivo para lograr este “acostumbramiento” fue el de adoptar un tipo especial de policiamiento, de formación, y entrenamiento, que les permita a los efectivos de UTOI no solo capturar o expulsar a los integrantes de las economías ilegalizadas si no en general, imponer y mantener el orden. “Tomás” mientras tanto, afirma que es la “presencia” de las UTOI en el propio territorio, cerca de donde ocurren cotidianamente los problemas, el factor clave que ha permitido aspirar a este tipo de objetivos:

ENTREVISTADOR: ¿Y notas alguna modificación de las conflictividades?
TOMÁS: Hubo bajas porque, al estar nosotros, llegamos y no quieren denunciar. Al otro día recorremos y si encontramos a la persona que tuvo el problema, preguntamos si está bien, si necesita algo. Tratamos de prevenir que esto no surja, de ver la parte conflictiva, que busquen ayuda.
ENTREVISTADOR: ¿Y cómo se hace para establecer ese vínculo de proximidad con sociedades que son bastante antipoli?
TOMÁS: Y, trabajando todos los días un poco más. Pero siempre hay alguien que se va a acercar y va a formar el vértice para que los otros se acerquen. Y tratamos de hablar con ellos y no llegar a la fuerza.
ENTREVISTADOR: Y el diálogo es una mezcla entre autoridad y que sea claro, ¿no?
TOMÁS: Claro, no le vas a hablar de una parte técnica que no van a entender y no le van a dar importancia (Tomás, efectivo de la UTOI).

Por otra parte, las UTOI intentan activamente persuadir a la población de su buena fe para con el barrio, a partir de la realización de actividades públicas con la comunidad. Así por ejemplo, en agosto del 2021 los policías de la UTOI festejaron el día de las niñeces e invitaron a los vecinos más jóvenes a tomar una chocolatada. Habían armado una larga mesa, dos caballetes sostenían un tablón. Un mantel negro cubría la rústica madera. Ubicaron la improvisada mesa en un terreno lindero a su base de operaciones en el barrio Independencia. Sobre la mesa había unos enormes termos, vasos de plásticos y unos souvenirs. Las niñas y los niños que concurrieron, llevaban unas bolsitas que contenían caramelos y pequeños juguetes. Como antecedente a este evento, el 25 de mayo y el 9 de julio, los miembros de la UTOI repartieron chocolate con churros. ”Rodolfo” destaca estas acciones como tácticas orientadas deliberadamente a ganar el favor de la población local:

ENTREVISTADOR: ¿Por qué crees que los vecinos le tienen bronca a la Poli?.
RODOLFO: Yo creo que está muy arraigado a lo que es de chico, nosotros vemos gente, vemos madres con chicos que les dicen “portate bien porque sino te va a llevar la Policía”. Entonces ya le genera un miedo al chico le genera una repulsión la Policía, le tiene miedo o ya no nos quieren, directamente desde cuando son chicos. Nosotros tratamos de cambiarlo, los saludamos “hola chicos qué tal, buen día ¿cómo están todo bien?”. Los saludamos o “no papá nadie te va a llevar, quedate tranquilo, vos portate bien que la Policía está acá para ayudarte, no para que vos tengas miedo”. Lo que hacen acá es muchas campañas los 25 de mayo, reparten chocolatada, tratan de hacer esas cosas para que la gente se sienta un poco más identificada con nosotros. (Rodolfo, efectivo de las UTOI).

Sin embargo, a pesar de los percibidos progresos por parte de los efectivos de la UTOI, los mismos continúan percibiendo límites y obstáculos que abordaremos en los próximos apartados.

“Nos odian hasta que nos necesitan”.
Límites y resistencias del despliegue de las UTOI

Sobre estas limitaciones, “Federico” marca que el supuesto “cambio de actitud” que perciben sus compañeros es en verdad poco genuino, más bien cínico. Los vecinos acuden a la UTOI ante una situación de necesidad, pero eso no implica que verdaderamente haya un cambio de actitud más profundo, y “de fondo”:

ENTREVISTADOR: ¿Notas diferencia entre los barrios del área en cómo tratan a los polis?
FEDERICO: No, en todas las villas de emergencia es lo mismo. Son lugares donde la policía no estuvo nunca ahí y se crearon sus propias leyes. Desde que llegamos nosotros, es otra cosa
ENTREVISTADOR: Me decías que en la villa la gente es anti policía, ¿notas alguna distinción de género?
FEDERICO: No, son todos iguales. Te odian hasta que te necesitan. Pero nosotros estamos, los ayudamos, pero capaz hoy los ayudamos y mañana te vuelven a escupir (Federico, efectivo de las UTOI).

Esta ambigüedad se percibiría según los efectivos de las UTOI ante un límite muy claro de las intervenciones. Por ejemplo, en los casos las de violencias de género o intrafamiliares, luego de la intervención policial, no se ratifican denuncias, quedando la resolución del conflicto a mitad de camino, sin una intervención más profunda (judicial o de otras agencias del Estado) que logre afectar las raíces más profundas de dichas violencias.

ENTREVISTADOR: Y en un caso de violencia de género, ¿cómo actúan?
TOMÁS: Nosotros separamos las partes; tenemos que conocer la raíz del problema para intervenir. Lo que más pasa acá es que se pelean y se van porque nosotros estamos acá, a nada y llegamos rápido. Llaman al 911 y vamos nosotros. Siempre pasa que finaliza porque saben que va a llegar la policía porque hay más presencia policial. No quieren denunciar, nos dicen que no nos metamos y que lo van a solucionar.
ENTREVISTADOR: ¿Por qué crees que no denuncian?
TOMÁS: Porque están pasados de copas y al otro día están juntos, tienen sus códigos. (Tomás, efectivo de la UTOI).

Las mismas limitaciones se observan en relación con el problema del comercio minorista de drogas ilegales. En este sentido, la llegada de la UTOI al barrio, según la perspectiva de los efectivos, logró afectar perjudicialmente la dinámica de los mercados de drogas ilegalizadas, obligándolos a adaptarse, “disimulando” la venta, y limitando la actividad a ciertos horarios y espacios. Sin embargo, el vaso “medio vacío” de este efecto, es que los “transas” permanecen en el barrio, así como también la posibilidad de eventuales situaciones de violencia que trae aparejada dicha continuidad:

ENTREVISTADOR: ¿se modificó la situación del narcomenudeo y los transas?
DIEGO: En cómo trabajan ellos, ahora usan otros métodos. Por ejemplo, antes, el narcomenudeo era con soldados en la calle que protegían al transa. Cuando empezamos a trabajar acá, les cortamos ese trabajo. Y ahora usan remis, delivery. Y como nosotros paramos todos los autos viejos, no andan en eso, pero la misma experiencia te dice cuándo un auto está en algo raro. También generan quilombo en un sector y aprovechan que todos van para ese lugar para mover la droga. Y nosotros vamos atrás de ellos, siempre.
El problema es cuando vos agarraste al narco y ya otro toma su lugar.
ENTREVISTADOR: ¿Por qué pasa eso?
DIEGO: Porque se va el cabeza de mando y el que lo sigue toma el poder. Y por eso muchas veces se provocan las guerras narco.
ENTREVISTADOR: ¿Hay peleas entre banditas?
DIEGO: Sí, eso sucede entre barrios. Se pelean porque salieron a robar, le robaron al del barrio de enfrente y se pelean. O están jugando a la pelota, se pudrió todo y se agarraron. Ahora no tanto porque nosotros estamos acá (Diego, efectivo de las UTOI).

Esta continuidad de la actividad narco y de su violencia concomitante es consistente con la evolución de las estadísticas sobre homicidios disponibles. Como ya hemos visto, en el 2020 la tasa de homicidios en el partido de Gral San Martín aumentó un 16% respecto al 2019 y se observa una fuerte concentración geográfica de las muertes en los barrios del Área Reconquista, tal y como ocurría previo a la llegada de las UTOI.

Conclusiones

En este artículo hemos abordado una de las novedades más relevantes del policiamiento pandémico en los barrios del Área Reconquista de San Martín: la intervención de las UTOI. Ante un escenario pandémico de incremento de las conflictividades y violencias y auge de las economías ilegales, considerábamos que la presencia de las UTOI en el área resultaba un objeto de interés insoslayable. Nos preguntamos al respecto de la UTOI, al respecto de su “novedad”. Si está pasaba más por su “dureza” en términos de capacidad represiva/punitiva, por su mayor “militarización”, o si por el contrario, esta se asociaba a una mayor “empatía”, a sus capacidades para desarrollar vínculos de proximidad con los habitantes de los barrios populares y atender sus necesidades específicas, especialmente apremiantes en el contexto pandémico.Vimos que la respuesta a estas preguntas no es clara en una dirección u otra, y que más bien parece hibridar ambos polos en una solución contradictoria. En el primer apartado, comenzamos analizando cómo las UTOI caracterizan al territorio y la población destinataria. Una representación ambigua, a la vez como un lugar hostil, peligroso, y violento (especialmente por la presencia de vecinos dedicados a las economías ilícitas). Pero también como poblaciones “carenciadas”, necesitadas de asistencia, contención y escucha para gestionar sus conflictos interpersonales más elementales.

En segundo lugar, dimos cuenta de cómo las UTOI se representan a sí mismas: como una fuerza por un lado fuertemente militarizada que, a diferencia de la policía “tradicional”, posee capacidades bélicas de disciplina, organización, equipamiento, entrenamiento y cantidad/concentración de efectivos suficientes para “entrar” a estos territorios representados como peligrosos y hostiles. Pero también, cómo a la vez, se jactan de ser una fuerza “empática”, capaz de solidarizarse con las personas vulnerables, y de construir –o intentar construir– con ellos vínculos de “confianza”.

Por último, en el tercer y cuarto apartados, describimos y analizamos la percepción sobre los efectos de sus intervenciones: las virtudes y potencias, pero también los problemas y límites que según los efectivos de las UTOI las aquejan. En este sentido, vimos cómo los agentes de esta fuerza especial creen haber producido cambios notables en el barrio que van más allá de la persecución de los ilegalismos: 1- un “acostumbramiento” de la población local a las UTOI, que aunque no llega a ser un apoyo genuino del conjunto de la población al menos conduce a que la población recurra a los policías en casos de necesidad 2. Una afectación al comercio de drogas ilegales. Sin embargo al mismo tiempo, la falta de articulación con otras agencias públicas ante distintas demandas y situaciones de violencia interpersonal, muestran las limitaciones del despliegue y acción de las UTOI para otorgar acceso genuino a la justicia, y ofrecer respuestas estatales pertinentes e integrales a las demandas y problemáticas que aquejan cotidianamente a estos territorios.

Para finalizar queremos hacer algunas reflexiones sobre estas limitaciones, ensayar algunas explicaciones provisorias respecto de ellas. En primer lugar, es preciso señalar que cualquier intento de explicar esos límites que los propios efectivos de las UTOI observan para sus intervenciones, y también, las continuidades en los déficits del policiamiento que los vecinos en otros artículos de este mismo volúmen, debemos partir del hecho de que a pesar de su carácter relativamente novedoso, las UTOI no dejan de ser una experiencia acotada, de policías bonaerenses ejecutando tareas policiales en el territorio que les corresponde legalmente desplegarse. En este sentido, los efectivos de las UTOI no se relacionan con los vecinos de los barrios destinatarios desde una posición de “exterioridad”, situación que sí ha ocurrido en casos como los despliegues de las UPP en las favelas de Río de Janeiro (Franco, 2020, Cano et. al., 2012) y los de los gendarmes en las villas del sur de CABA (Zajac, 2021). Es poco probable que muchas de las novedades que presentan estas otras experiencias (la relación directa con referentes comunitarios, el rol de mediadores en distintas situaciones de violencia y conflictividad, el impacto significativo sobre las dinámicas de los mercados ilícitos) se repitan con la misma intensidad que el caso que analizamos.

Por otra parte, y hechas estas aclaraciones, creemos que la acción de las UTOI, sus efectos y limitaciones, pueden comprenderse mejor a partir de entenderlas no como un caso fallido de uno u otro “polo” de su estrategia de intervención (“invasión” militarizada o “policía de proximidad”, “control” o “cuidados”), sino como una estrategia que busca articular ambos extremos para ejercer el “gobierno” (Foucault, 2010) sobre poblaciones pobres espacialmente segregadas (Wacquant, 2007): la “pacificación”. Se trata en definitiva de una modalidad de ejercicio del poder que se caracteriza por hibridar la acción “policial”, “militar” y la atención de demandas sociales (Neocleous, 2011: 200), en el marco de la imposición de una relación de “tutela” de los “pacificadores” a los “pacificados” (Pacheco de Oliveira, 2014:143-144). Una relación que implica una profunda e insalvable asimetría entre los primeros y los segundos. No se trata en definitiva de una política pública que pueda dar soluciones integrales a la pobreza, la segregación espacial, o las distintas violencias que aquejan a quiénes habitan en estos territorios. Sino más bien, contribuir al apuntalamiento de un orden social y urbano desigual, en el que los vecinos del área Reconquista ocupan (y continuarán ocupando) una posición de subordinación.

Bibliografía

Cano, I., Borges, D. y Ribeiro, E. (2012). Os donos do Morro. Uma Avaliacao Exploratoria do Impacto das Unidades de Polícia Pacificadora (UPPs) No Rio de Janeiro. Río de Janeiro: UERJ.

Foucault, M. (2010). El Nacimiento de la Biopolítica. México: Fondo de Cultura Económica.

Franco, M. (2020). Laboratorio favela. Violencia y política en Río de Janeiro. Buenos Aires: Tinta Limón.

Frederic, S. (2014). “Modos de dar seguridad, adaptación y obediencia en el escenario de re-despliegue territorial de la Gendarmería Nacional Argentina”. Estudios, 32, 219-241.

Guemureman S. y Zajac, J. (2020a). “Sistematización de datos sobre violencia institucional”. En Registro y prevención de la violencia institucional: Proyecto piloto en el Sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en la localidad de San Martín, provincia de Buenos Aires (pp. 25-58). Recuperado de https://bitly.co/FSuT.

Guemureman, S. y Zajac, J. (2020b). “Reconfiguración del gobierno de la niñez y adolescencia en riesgo en la Ciudad de Buenos Aires. Un recorrido por los cambios recientes en el funcionamiento de la cadena punitiva 2011-2019”. Cuestión Urbana, 4(7), 151-172.

Neocleous, M. (2011). “A Brighter and Nicer new Life: Security as Pacification”. Social and Legal Studies, 20(2), 191-208.

Neocleous, M. (2016). “La lógica de la pacificación: guerra-policía-acumulación”. Athenea Digital, 16(1), 9-22.

Pacheco De Oliveira, J. (2014). “Pacificação e tutela militar na gestão de populações e territórios”. Mana, 20(1), 125-161.

Wacquant, L. (2007). Los condenados de la ciudad. Gueto, periferias y Estado. Buenos Aires: Siglo XXI.

Zajac, J. (2021). “Gendarmería Nacional Argentina y la gestión de los conflictos y la violencia en barrios informales del sur de la Ciudad de Buenos Aires”. Runa, 42(1), 351-368.


1. Resolución 791/17 del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.

2. “UTOI: la policía táctica que entrena Berni para enfrentar la ola de delitos en las villas del Conurbano”, 2020.Ver en https://www.lapoliticaonline.com/nota/127296-utoi-la-policia-tactica-que-entrena-berni-para-enfrentar-la-ola-de-delitos-en-las-villas-del-conurbano/

3. Este tema es tratado por Del Castillo y Garriga en este mismo volúmen.

4. Un caso conocido de este funcionamiento han sido los despliegues focalizados con Gendarmería en barrios populares informales de la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, la acción de la fuerza no solo busca intervenir sobre ciertos grupos dedicados a las economías ilegales a partir de acciones punitivas y bélicas (Guemureman y Zajac, 2020a, 2020b; Zajac, 2020), sino que abarcan también prácticas que van en el sentido de regular los conflictos y las violencias y moldear los “estilos de comportamiento” de las poblaciones segregadas e (Zajac, 2021).

5. Programa híbrido de seguridad y política social lanzado en 2008 por la Subsecretaría de Planificación e Integración Operativa del Estado de Rio de Janeiro. Según fuentes oficiales (Cano et. al., 2012; Bozicovich, 2018), se basó en los principios de “policía de proximidad” y “policiamiento comunitario”. El programa llegó a contar con 9543 policías distribuidos en 38 sedes. Su objetivo general era “retomar el control” de territorios antes dominados por grupos criminales ostensiblemente armados, devolver a la población local la paz y la tranquilidad públicas, necesarias para el ejercicio y desarrollo integral de la ciudadanía. Como objetivos específicos, las UPP buscaban permitir el ingreso o expansión de los servicios públicos y la iniciativa privada, tradicionalmente limitada por la acción del poder paralelo de los grupos criminales; aumentar la formalización de las actividades económicas y los servicios; contribuir a una inserción mayor de esos territorios y sus habitantes en el conjunto de la ciudad, desactivando la visión tradicional de 'ciudad partida' que caracteriza a Río de Janeiro.

6. Pacheco de Oliveira (2014) afirma que si en el pasado colonial el objetivo era la transformación de los pueblos indígenas, y su “pacificación” se realizaba sobre todo en nombre de la conversión religiosa. En el presente es el dominio territorial de grupos dedicados a las economías ilegales en ciertos espacios de las ciudades lo que constituye el principal argumento para justificar este tipo de intervenciones, que en el fondo van mucho más allá de buscar expulsar y/o capturar a esos grupos. Es decir, no se trataría solo de “aplicar la ley” penal, sino de una serie de esfuerzos de conversión, persuasión, “pedagogía” y “protección”, que operan con un amplio margen de discrecionalidad (Pacheco de Oliveira, 2014:144)

7. Este tema es tratado por Del Castillo y Garriga en este mismo volúmen.